“Lo pasearon arriba de una ambulancia porque ni en el hospital Piñeiro ni en el Santojanni había anestesistas ni neurocirujanos para que lo atendieran”, denunció el cuñado de la víctima, Darwin Yoki.
Fernando era de nacionalidad boliviana y desde hace casi dos años dueño de la Radio Impacto. Todas los días, de 11 a 13, era la voz de La mañana de Kori. Entre sus colegas era calificado, simplemente, como “la voz”. Más de mil personas caminarán en silencio hasta Plaza de Mayo para reclamar justicia.
–Es una pérdida irreparable. Era alguien muy conocido. Hoy (por ayer), como un símbolo de la camaradería en la que vivían, se suspendieron todas las emisiones de radio de nuestra comunidad en homenaje a Fernando. Sólo se pasaron marchas fúnebres y música instrumental –dice la conocida periodista de los medios bolivianos en la Argentina Lilia Camacho Callisaya.
Después de quince años de trabajo ininterrumpido, Fernando había decidido tomarse dos días para descansar con su esposa Marcia y su hijo Aviel. El día de su muerte se levantó temprano. Pensaba descansar al otro día, levantarse a las once e ir al cine con su hijo. Luego cenar en familia en un departamento en Lugano.
–Fue el día más maravilloso de nuestra vida. Fernando disfrutó viendo a los animales, se impresionó cuando vio a los murciélagos tan de cerca y se obnubiló con los peces del acuario. No paró de tomarse fotos y filmar –dice su cuñado.
Pasaron la tarde en la casa de Darwin. Fernando y su cuñado jugaron en la Pelopincho, mientras tomaban licuados de frutas. “Parecían niños de cinco años”, dice Darwin.
Como todos los miércoles fueron a las ocho y media de la noche a la iglesia Cristo la Solución, sobre la avenida Juan Bautista Alberdi. La reunión duró dos horas. Después Fernando fue hasta la Radio Impacto en Rivadavia y Nazca para cerrar el local. En la puerta del local está la peluquería de su hermana; su emisora está al fondo.
En la peluquería había dos empleados que viven en la casa de Eliana Zalles, su hermana. Fernando se ofreció a llevarlos.
“Media cuadra antes de llegar a mi casa, se dio cuenta de que dos hombres a pie los seguían. Fernando llegó a subir la ventanilla del lado del acompañante. Todo fue tan rápido que no hizo a tiempo de cerrar su ventana. Los tipos le gritaron: ‘¡Bajate del auto!’. Mi tío no lo hizo y le dispararon”, dice Cecia Yoki, sentada en la peluquería.
Los tres tiros los escuchó Darwin, que estaba en la terraza de su casa y se asustó y entró. La chica que estaba sentada al lado de Fernando llamó por celular a la casa de Darwin.
“¡Está herido!, le dispararon”. Eso escuchó Eliana cuando atendió el teléfono. A los gritos, la mujer le avisó a Darwin que agarró su auto y fue hasta la peluquería, porque supuso que estaban robando en el local. Cuando volvió, vio que a la vuelta de su casa estaba lleno de patrulleros.
“En el hospital Piñeiro nos dijeron que iban hacer una interconsulta al Santojanni porque ellos no tenían equipo médico. Lo llevaron al Santojanni, donde tampoco había profesionales para que lo atendieran. Lo pasearon cuatro horas arriba de una ambulancia hasta que murió”, dice Darwin.
Su cuerpo será velado en la Megadisco Kori, en la avenida Sáenz al 459, en Pompeya. Tanta gente lo conocía: no habrían entrado en una casa de sepelios.
“Cuídense. Disfruten y háganse disfrutar. Porque sólo Dios sabe después de esto lo que vamos a llevar”. Así se despedía Fernando de sus oyentes, todas las tardes, cuando terminaba su programa de radio.
HABÍA AHORRADO PARA UN USADO. Fernando dejó La Paz en 1993. Tenía un sueño: ser locutor y llegar a tener su propia radio. Estudió locución en el ISER y este año quería terminar la carrera. “Quería volver a Bolivia como un empresario para disfrutar su país. Amaba Buenos Aires”. Fernando también traía importantes bandas musicales para que tocaran en discos de Buenos Aires. Ya había arreglado con la banda Los Ronisch, de Bolivia, e incluso con Los Ángeles Azules, de México.
El Peugeot 206 lo compró usado en noviembre del año pasado. “Todos colaboramos para que pudiera llegar con el dinero”, dice Darwin.
Fuente: Críticadigital.com