El proyectil quedó incrustado en la chapa del cinturón y el joven sólo sufrió un pequeño corte en la zona del ombligo, un verdadero milagro.
El chico vive en el barrio Lihué, de Guaymallén, y es estudiante de electricidad. Romina, su hermana, contó este miércoles a diariouno.com.ar que el muchacho aún está en estado de shock por lo sucedido y que no quiere dar detalles de lo que pasó.
Igualmente la joven relató a este portal algunos detalles: que cerca de las 22, Víctor Hugo llegó desesperado a su casa y al entrar casi se desmaya. Lo habían asaltado.
El chico relató a su familia que al bajarse del colectivo, en calle Pedro Molina y Colón, a sólo tres cuadras de su casa, cuatro hombres encapuchados (tres por delante y uno por detrás) lo rodearon y con un arma de fuego en la mano le pidieron sus pertenencias.
Víctor Hugo sólo llevaba un reloj y una mochila con libros y apuntes del colegio. Los sujetos le arrebataron esos elementos y, no satisfechos con este botín, le exigieron que les entregara su celular. “Él no usa entonces como no les alcanzó con lo otro, le dispararon y se fueron”, relató Romina.
Sin embargo, la bala había impactado en la hebilla de metal de su cinturón, a pocos milímetros de su abdomen y la víctima sólo sufrió un raspón.
Su padre, Ramón, lo llevó al Hospital Central, donde los mismos médicos le dijeron que los milagros existen y que este fue uno. De allí lo trasladaron al Notti, donde lo volvieron a revisar y luego de terminar las curaciones lo dejaron irse a su casa.
Las primeras recomendaciones de los médicos fueron que hiciera reposo, no sólo por la pequeña herida donde le quedaron rastros de pólvora, sino por el estado de conmoción y de shock tras la experiencia vivida.
Diariouno.com.ar se dirigió a la Oficina Fiscal Nº 8 en el momento en que Víctor Hugo declaraba ante el fiscal de turno, en compañía de su padre.
Ramón afirmó que sienten temor porque los asaltantes podrían ser del barrio y si hablan demasiado podrían sufrir represalias: “Mi hijo quiere seguir la universidad, es un chico estudioso y de bien.
No se junta con los pibes del barrio. Él no conoce a nadie. Pero hace 25 años que vivimos allá y tenemos miedo”.