El epicentro de la ceremonia fue Beltrán, lugar en el que nació Bravo y hoy residen sus familiares, a quienes en el último mes visitaba todas las noches, debido al reciente fallecimiento de su padre, Luis Alejandro Bravo.
Entre la noche del martes y madrugada de la víspera, el último adiós se le tributó en su domicilio de calle Córdoba s/n del barrio 20 Viviendas.
Desazón
Por allí, convergieron amigos del hoy y del ayer. En especial, todos los compañeros de su generación, con quienes fue edificando y dándole armoniosa forma a su vocación policial.
Tal cual se desprende de la reglamentación interna de la fuerza, la Jefatura de Policía asignó una guardia de honor a cargo de cadetes de la escuela de Policía Coronel Lorenzo Lugones.
Ayer, cerca de las diez de la mañana, el cortejo fúnebre partió hacia la capilla San Pedro, en avenida San Martín, donde fue oficiada una ceremonia religiosa.
De allí, la caravana se dirigió al cementerio local.
Marcha fúnebre
Debido al hecho lamentable, la Banda de Música de la Policía también despidió al policía interpretando la marcha fúnebre.
‘Bravo deja un cúmulo de enseñanzas y buenos ejemplos’, exaltó con emotividad el titular de la División Trata de Personas, Ricardo González.
‘Fue un gran superior y compañero que supo dejar importantes enseñanzas en la fuerza’, ahondó.
Lo recordó como una persona entregada por completo a la Policía.
‘Quedamos con la certeza de que Dios lo recogerá entre sus brazos para darle la gloria del descanso eterno’, manifestó.
El crimen acentuó el dolor en la familia de Bravo. Apenas 30 días atrás había dejado de existir su padre, recordó ayer la hermana de Bravo, Mirta.
El cuarto de seis hermanos, Eduardo nació y creció en Robles y siempre tuvo bien clara su vocación.
“Mi hermano fue una persona muy recta. En más de una ocasión sus propios compañeros supieron decirle: ‘Jefe no sea tan blando”, recordó ayer su hermana a EL LIBERAL.
La mujer destacó que en el último mes su hermano iba todas las noches a acompañar a su madre. Se quedaba hasta la madrugada y regresaba a Santiago junto con su esposa, Marcela Toledo, y su hijo adolescente.
“Dios se lo llevó muy joven, pero me queda el orgullo de sus consejos y sus ejemplos”, enfatizó.
Fuente: elliberal.com.ar