Aquella noche, su único ocupante, el jubilado Pablo Bulacio (66), discapacitado motriz, sufrió un violento asalto a mano de tres delincuentes que no dudaron en maniatarlo con cables y torturarlo a golpes con una llave inglesa para que les entregue todo el dinero que tenía. Ocurrió en barrio Alto Alberdi, en la ciudad de Córdoba.
Al final, al no hallar plata, se contentaron con un viejo televisor y partieron de esa humilde vivienda de ladrillos pintados de blanco y puerta de chapa. Subieron a un automóvil y así desaparecieron como si nada.
“Pegarle así a una persona, dejarlo como lo dejaron, no tiene nombre. ¡Le pegaron con una llave inglesa en la cabeza! Son unos animales. Le quebraron el cráneo a golpes. Ahora, los médicos tratan de salvarlo”, dice Laura Bulacio, la hija del jubilado, mientras observa la calle en busca de respuestas que no encuentra. La joven está a punto de irse al Hospital de Urgencias junto a su esposo.
Momentos después, en el centro de salud, ambos sintieron cierto alivio cuando los médicos les dijeron que el jubilado tuvo una leve mejoría, aunque deberá seguir internado porque el cuadro es grave.
La ola de asaltos contra personas mayores, principalmente jubilados, es un fenómeno delictivo reiterado en esta provincia, como en otros puntos del país, desde hace varios años.
En Córdoba, dos jubiladas murieron en violentos robos ocurridos en menos de un mes. Por un lado, Nilda Díaz (74) se descompensó por el estrés sufrido en un asalto ocurrido en septiembre en barrio Crisol de la Capital; por otro lado, Catalina Bernardi (72) fue degollada hace pocos días en su casa de Pozo del Molle, al este provincial.
Ahora, en Alto Alberdi. El asalto a Pablo Bulacio ocurrió el sábado pasado en horas de la noche. El hombre, un ex gestor de automóviles, vive en calle Santa Rosa al 2000, entre Pedro Zanni y Pedro Chutro, a pocas cuadras de la cancha de Belgrano. Si bien está casado, vive solo desde hace tiempo. El jubilado se moviliza con un andador desde 1993, luego de que, por un accidente de tránsito, quedó imposibilitado de volver a caminar con normalidad.
Aquella noche, tres hombres entraron a la casa, presuntamente tras haber golpeado la puerta de calle. Otra versión da cuenta de que el jubilado había dejado la abertura mal cerrada. Lo concreto es que la banda entró enceguecida en busca de dinero. Y Bulacio no tenía. Los ladrones no le creyeron y así empezó la pesadilla.
A golpes, el jubilado fue tirado al piso y maniatado de pies y manos con el cable de un electrodoméstico. Luego, comenzaron a pegarle en la cabeza con la llave inglesa. Algunos vecinos oyeron gritos y ruidos.
Al final, tras revolver la vivienda sin hallar el botín, los ladrones escaparon con el televisor. Subieron a un automóvil y desaparecieron en la noche.
Al menos una de las dos cámaras de seguridad que casualmente hay en la cuadra habrían captado los pasos de los maleantes. En las imágenes se ven las personas moviéndose en la oscuridad de la calle.
Don Bulacio alcanzó como pudo a desatarse, se arrastró y pidió ayuda a una pareja que acababa de salir de la iglesia del cura Horacio Saravia. La ambulancia arribó al rato y lo trasladó al Hospital de Urgencias.
“Mi papá nunca había sido asaltado. Él es muy bueno, es solidario. A pesar de su limitación, se movía mucho”, cuenta Laura. No se descarta que los ladrones conocieran de antemano a la víctima.
Fuente | lavoz.com.ar