Lo extraño del caso, según pudo saber LA NACION, es que desde hacía una semana los vecinos se quejaban del fuerte hedor que emanaba del cuarto piso, pero nadie hizo nada.
"Las dos mujeres estaban desaparecidas desde hacía meses. Todos suponían que estaban muertas, pero nadie se molestaba en hacer la denuncia", dijo un empleado de un comercio, a pocos metros del edificio.
Según informaron fuentes con acceso a la investigación, la primera hipótesis de los peritos es que las dos mujeres murieron como consecuencia de sofocación de monóxido de carbono. Pero todo quedará confirmado en las próximas horas con el resultado de las autopsias.
Los voceros consultados explicaron que la puerta del departamento de las hermanas, cuyo apellido, según los vecinos, sería Laguardia, no estaba violentado y que dentro del inmueble estaba todo en orden.
"En principio no faltaba nada. El robo seguido de homicidio estaría descartado, porque los cuerpos no presentaban signos de violencia. Lo que llamó la atención es que los cadáveres parecían momificados", explicó una fuente oficial.
"Desde el ascensor"
Se supone que las mujeres fallecieron poco antes del 5 de agosto pasado porque los investigadores hallaron sobre la mesa del living una factura que vencía ese día. Todos los demás impuestos que el encargado dejó por debajo de la puerta estaban en el piso. Uno de los datos que corroboran la teoría de la data de muertes es que una de las hermanas vestía un grueso pullover cuando murió.
"Yo hace cuatro meses subí para hacer un arreglo de electricidad un piso más arriba y el mal olor ya se sentía desde el ascensor. La portera me invitó a bajar para ver si lo sentía en la puerta, pero le dije que ya era suficiente con lo que se sentía", sostuvo el electricista del edificio. Una vecina que también vive allí negó que el hedor se sintiera desde hace meses. "El olor comenzó a notarse hace una semana", dijo la mujer a LA NACION.
Las dos mujeres no hablaban con nadie. Salían todas las mañanas de su departamento para ir a misa. Las hermanas Laguardia eran las más antiguas del edificio.
"Vivían encerradas. Parecía que vivían con miedo. No hablaban con nadie. No sabemos si tenían familiares. Sólo nos saludábamos para desearnos buen día", agregó la vecina consultada.
El hombre que logró subir cuatro meses atrás para hacer un arreglo de electricidad afirmó: "La portera quería hacer la denuncia, pero al parecer la administración no quería salir como responsable".
El encargado suplente del edificio sostuvo que pensó en entrar en el departamento de las hermanas Laguardia con la ayuda de un cerrajero porque "el olor no se aguantaba más". Y agregó: "Las señoras no tenían familia ni amigos, ni tampoco acostumbraban salir del edificio".
Ahora que las muertes se hicieron públicas, se sabe que la encargada titular del edificio tocaba timbre en el cuarto piso, pero las hermanas Laguardia no respondían.
"Con el pasar de los meses se iban acumulando los sobres y las cartas para las señoras y la encargada les tocaba la puerta, pero nadie respondía. También me comentaba del mal olor que se sentía", dijo el empleado consultado por LA NACION.
Ayer, cuando se conoció la noticia, a algunos les vino a la mente la frase del escritor francés Albert Camus: "Como remedio para la vida en sociedad recomendaría la gran ciudad. Hoy en día, es el único desierto a nuestro alcance".
Fuente | lanacion.com.ar