Ese día después del mediodía, Pérez discutió con su mujer en la casa que compartían en el barrio Eva Perón.
Griselda Vergara, conocida como “Mónica”, quiso irse pero el sujeto se lo impidió al quitarle las pertenencias que llevaba.
Sin embargo la mujer siguió caminando, y a los pocos metros fue alcanzada por Pérez, quien iba a bordo de una moto, la hizo subir y ambos se alejaron. Esa fue la última vez que vieron con vida a la mujer, hasta que su cuerpo fue encontrado 10 días después, en avanzado estado de descomposición.
El fiscal consideró que Pérez se dirigió hacia Aguas Coloradas, en Collagasta, departamento Fray Mamerto Esquiú.
Una vez allí, llevó a Vergara por un sendero a unos 30 metros de la ruta, y aprovechando que se trataba de un lugar descampado y poco frecuentado, Pérez atacó sorpresivamente a su concubina.
“Con el uso de la fuerza le produjo una asfixia por sofocación de algún modo, quizá oprimiendo el rostro con ambas manos, impidiéndole respirar por vía bucal y nasal, manteniéndola hasta causarle la muerte”, manifiesta el fiscal en su descripción del crimen.
Después, para desviar la investigación, le bajó el pantalón y las prendas íntimas hasta la rodilla, arrastró el cuerpo hasta un pozo de 1,40 mt de largo, 80cm de ancho y 1,50 mt de profundidad, donde solían arrojar basura, y lo colocó boca arriba. Finalmente lo tapó con tierra, piedras, basura y ramas.
Al volver a su casa, Pérez les dijo a sus hijos que su madre se había quedado en el cementerio. Los chicos dijeron que estaba sucio y con manchas de sangre, y que posteriormente salió de nuevo en la moto, y regresó con el bolso de Griselda. Además al día siguiente ya había llevado a otra mujer a vivir con él.
El 16 de agosto del 2005, un lugareño encontró el cuerpo de Griselda en avanzado estado de descomposición, pero pasaron varios días hasta que se lo pudo identificar.
El 11 de septiembre de ese año fue reconocido por sus familiares, pero además se tomaron las huellas digitales, y se realizó un ADN, mediante el cual se comprobó la maternidad de la víctima respecto de uno de sus hijos, con un 99,84% de probabilidad.