El extraño suceso provocó revuelo en Luis Eusebio Chávez y sus compañeros, mientras trabajaban en el establecimiento La Fe, ubicado en el paraje Lagunita (Robles), a 17 kilómetros de la ciudad de Fernández.
Allí, los obreros preparaban una sombra para el chiquero, en cuyo interior son criados -a gran escala- cerdos que deben ser protegidos, ante la inminente llegada del calor.
El suceso es similar a otro del 29 de septiembre pasado, día en que un grupo de albañiles encontró un esqueleto cuando trabajaba en la construcción de un pozo ciego de una casa del barrio Aeropuerto de la ciudad capital.
Oriundo del paraje Bajo Chico, a pocos kilómetros del lugar, Chávez interpretó en la víspera: “No es la primera vez. Estas pobres almas no tienen la culpa que uno viole su lugar sagrado. Cuando pasa algo así, sacamos las urnas y los restos y los enterramos, le ponemos una cruz y prendemos una vela”.
La urna apareció a 1,30 metro de profundidad. Según Chávez, “la dentadura está enterita. Calculo que tenía 1,63 metro de estatura al ver el caracú de la canilla y rodilla coinciden con los míos”, graficó el poblador.
Consultado sobre las características de la región, manifestó que en el 2009 “encontré una tinaja que tengo ahora en mi casa. A los huesos los enterré afuera. Por determinados lugares de Robles y San Martín es común ver luces al aire libre y sentir golpes raros en las casas”.
Mezcla de filosofía o populismo ancestral, el hallazgo movilizó a obreros y a la patronal, tanto que ayer tarde los restos han sido recogidos, por si las autoridades lo requieren.
Sea cual fuere la naturaleza de los restos óseos, su sola presencia causó ayer consternación entre los obreros y quizás en los próximos días movilice a personal idóneo para dilucidar el enigma.
Fuente: elliberal.com.ar