El almuerzo había terminado en el hogar de Carlos Pereyra y Marcela Ruiz, sito en el barrio Islas Malvinas. El sol comenzaba a calentar y Lautaro Pereyra, a pesar de sus trece años, sabía que las perdices y martinetas comenzarían a caminar los senderos lo que generaría una buena oportunidad para cazar.
Con su característico buen humor, Lautaro, a quien todos conocían como “Guaracha”, despertó a su padre que unos minutos antes se había acostado a dormir la siesta proponiendo una salida de caza. La idea que lo alentaba era ir hasta El Paraíso, una pequeña finca de fin de semana de la familia, ubicada en la zona rural de Colonia Hipólito Yrigoyen.
El programa para la tarde soleada era tentador. Proyectaron recorrer los senderos en busca de martinetas, y de paso, cortar el pasto de la canchita de fútbol.
Lautaro tomó su pequeña escopeta calibre Nº 12, como lo hizo desde niño y con el mismo entusiasmo de su padre, también cazador.
"Guaracha” realizó los preparativos, ya que para la familia paterna del niño, la cacería es una actividad que se trasmite de generación en generación y a muy temprana edad.
“Guaracha´ era un chico muy cuidadoso y sabía bien lo que hacía cuando tenía un arma en la mano; esto ha sido un descuido fatal que puede sufrir cualquier cazador”, asegura entre lágrimas un familiar del adolescente malogrado. Es tal la pasión que Lautaro tenía por la caza, que junto a su padre recorrió Santiago del Estero y otras provincias en excursiones de cacería, recordó el familiar.
Según la hipótesis policial, eran aproximadamente las dos y treinta de la tarde, cuando Lautaro y su hermano Gabriel (15 años) caminaban por el frente de la casa, mientras que su padre Carlos Pereyra cortaba el pasto de la canchita de fútbol en la parte posterior. El adolescente llevaba en su bolsillo algunos cartuchos y la pequeña escopeta cargada en la mano, mientras unos metros más adelante caminaba su hermano.
Aparentemente la tragedia se desencadenó cuando Lautaro saltó por sobre de pequeños troncos de paraíso y golpeó accidentalmente la escopeta en el piso, provocando que se percutara el cartucho que tenía en la recamara. El disparo salió sorpresivamente e impactó en el pecho de Lautaro, provocándole la muerte casi instantáneamente.
Gabriel advirtió lo ocurrido y corrió hasta la parte trasera del predio. Con la voz entrecortada le informó a su padre de lo ocurrido. Carlos cargó a su hijo en brazos y buscó el camino más corto para llegar hasta su vehículo; cruzó corriendo una zanja y pasó por debajo de un alambrado. El hombre trasladó al chico hasta el hospital donde el Doctor Germán Villalba constató que la víctima se encontraba sin vida.
La noticia comenzó a invadir la ciudad y de todos los puntos cardinales, grupos de jóvenes y adultos corrían hasta el hospital para acompañar en el dolor a la familia Pereyra.
Fuente: El Liberal
