El estudio del organismo internacional considera integrante de la clase media a todo individuo que posea un ingreso de entre 10 y 50 dólares por día; pobres a quienes viven con menos de 4 dólares diarios y vulnerables a los que cuentan con entre 4 y diez dólares.
Según el Banco Mundial, los integrantes de la amplia clase media nacional pasaron de 9.300.000 en 2003 18.600.000 en 2012, con lo cual esa franja social concentra ahora 46 por ciento de la población, en tanto un 3 por ciento se mantiene en el pico de la pirámide social como clase alta, un 35 por ciento vulnerable y un 16 por ciento se encuentra en pobreza extrema.
El dato revela un notable ascenso social y parece confirmar las palabras de la presidenta Cristina Fernández, cuando señaló días atrás que la política oficial de inclusión beneficia a todos los argentinos, aún a los que se oponen a su gobierno, en su mayoría miembros de la clase media.
Sin embargo, los medios hegemónicos prefirieron leer la mitad del vaso vacío y en lugar de destacar la duplicación de la clase media, y subrayaron que según el informe, más de la mitad de la población argentina es pobre o vulnerable.
Los medios más concentrados vienen acentuando en los últimos tiempos su perfil opositor, habida cuenta de que el 7 de diciembre próximo deberán adecuar la cantidad de señales que operan en el país a los límites que establece el artículo 161 de la ley de medios, lo cual fue ratificado esta semana por el titular de la AFSCA, Martín Sabbatella.
El Banco Mundial -un organismo internacional que no es precisamente afecto a las políticas distribucionistas- sostiene que cuando Néstor Kirchner asumió la presidencia de la Nación en 2003 -en medio de los efectos devastadores del estallido del modelo neoliberal producido en 2001- la clase media estaba en el punto mas bajo de la serie, estimado en el 24 por ciento de la población y de allí saltó al 46 por ciento en 2009.
Según el estudio, este incremento de la clase media es el mayor de América latina, ya que benefició al 25 por ciento de la población, en tanto en Brasil mejoró el 2 por ciento de sus habitantes y en Uruguay el 20 por ciento.
Pero además del incremento cuantitativo, la Argentina exhibe una diferencia con respecto a los países hermanos: mientras en la mayoría de esas naciones el aumento de la clase media se explica en un 75 por ciento por el crecimiento económico y un 25 por las políticas distributivas, aquí los motivos son mitad por mitad.
Las incorporación al sistema jubilatorio de 2,5 millones de personas que estaban abandonadas a su suerte por falta de aportes, la creación de empleos que redujo la desocupación del 23 a poco más del 7 por ciento y los planes sociales aplicados por los gobiernos kirchneristas, seguramente influyeron en la mejora.
Hasta acusar en 2009 y en 2012 los impactos de la crisis internacional, el PBI de la Argentina creció a tasas calificadas como "chinas", lo cual produjo un rescate entre los sectores más postergados. Pero el Gobierno se ocupó en señalar permanentemente que propiciaba un crecimiento con inclusión, para diferenciar su política de las de administraciones anteriores, en las cuales la economía tuvo un retroceso o un alza más moderado, pero simultáneamente generaba excluidos.
Para algunos detractores del modelo que reemplazó a la fábrica de pobres del neoliberalismo de la década pasada, la cuestión de la inclusión no es más que un concepto propagandístico del "relato" oficial. Pero el informe producido por un organismo internacional ajeno a las ideas del kirchnerismo, revela que la política de inclusión no es puro cuento.
También constata que aunque buena parte de la clase media se manifiesta opositora al Gobierno, su rechazo obedece más a cuestiones políticas, culturales e históricas, que a una demanda de mejorar la calidad de vida a través de mayores ingresos y bienes materiales.
Fuente: Télam
