La Argentina había despertado de su letargo en octubre de 1945, partiendo la historia en dos. Los trabajadores se incorporaron entonces definitivamente a la actividad política. Ello quedó plasmado en la campaña electoral que consagró a Perón.
El país vivía momentos decisivos. No había espacio para el retroceso, el fraude, el voto cantado y la ignominia. La oposición al proyecto emancipador se cimentaba en sórdidos intereses de círculo o grupo, pero jamás en una mejor propuesta de redención.