También llamada "la Venecia del Norte", "la Palmira del Norte", "la capital cultural de Rusia" y "Ciudad Heroica", San Petersburgo dejó de ser capital en 1918, un año después de la Revolución que, nada menos, tuvo su epicentro en esta mítica ciudad con la primera avanzada bolchevique.
Precisamente el crucero Aurora, rezago de la guerra Ruso-Japonesa y la Segunda Guerra, es hoy otro de los atractivos turísticos de esta inmensa ciudad, aunque uno de los episodios más destacados que acredita se remonta al Octubre de 1917, cuando su tripulación, abrazando la causa bolchevique, disparó el primer cañonazo que marcó, nada menos, el inicio de la revuelta popular.
Aún así, la mística de los zares sobresale a cada paso y en cada uno de los 300 puentes que rodean esta urbe perforada por el río Neva e infinitos canales, donde habitan más de 5 millones de personas que, curiosamente, transmiten a diario una exagerada calma, acaso quebrantada sólo en estos días por el despliegue de seguridad ante la inminente reunión del G20.
El sello de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas también tiene su espacio primordial, en una ciudad que tras la Revolución de Octubre detuvo todos sus grandes proyectos y, a la vez, devolvió los palacios al estado o bien se dividieron para ser viviendas destinadas a trabajadores.
Ya con Stalin en el poder, y a finales de la década del 20, la Rusia comunista inició una política de reubicación de los edificios administrativos y, a la vez, de construcción de viviendas y complejos, que aún hoy perduran muy cerca del centro histórico.
Su agitada historia también tiene su relato en la identidad, dado que la ciudad cambió de nombre en dos ocasiones y así fue llamada Petrogrado en medio de un giro patriótico por el ingreso de Rusia en 1914 en la Primera Guerra Mundial, mientras que en 1924 fue rebautizada como Leningrado, en honor al jefe revolucionario Vladimir Lenin.
La Segunda Guerra erigió la dolorosa denominación de "Ciudad Heroica", cuando el pueblo de la entonces Leningrado estuvo sitiada a lo largo de 29 meses por las fuerzas de ocupación nazis, lo que provocó hambruna que, sumado a los despiadados e intensos bombardeos sobre la población, le costaron la vida a más de un millón de personas.
Aún así, la ciudad conserva su arquitectura barroca y neoclásica y también sus principales monumentos, que lograron resistir la furiosa embestida nazi.
La Plaza del Palacio, el Palacio de Invierno y el edificio del Estado Mayor, la catedral de San Isaac y la catedral de Nuestra Señora de Kazán, el Almirantazgo y el cabo de la isla Vasiliesvski se mantienen vigentes en la nueva Rusia, y además le valieron a la ciudad la declaración de Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Convertida también en sede política y cultural, San Petersburgo dio desde su universidad ocho premios Nobel y hoy es famosa además de su belleza por sus "noches blancas" que ocurren en los meses de mayo y junio, cuando el sol apenas desaparece bajo el horizonte.
Con la caída del comunismo y la disolución de la Unión Soviética, San Petersburgo recuperó su nombre original y, con el paso de los años, logró mantener la histórica esencia que la convirtió en aquella "Ventana a Europa", que alguna vez soñó su fundador.
Fuente: Télam