El presidente que instauró en los 90 el neoliberalismo furioso desde el partido de la movilidad social, Carlos Menem, confrontará con el gobernador santacruceño, Néstor Kirchner, quién promete borrar las huellas más dolorosas de aquella Argentina mediante la receta neokeynesiana.
La segunda vuelta decidirá si el país retrocede a la era menemista o si continúa por la heterodoxia económica inaugurada por Eduardo Duhalde con la gestión del ministro Roberto Lavagna.
El tercer domingo de mayo los argentinos dirán si añoran la matriz capitalista basada en la renta financiera o si extrañan más aún aquellas décadas lejanas en que el patrón de acumulación no era otro que la producción.
El ballotage plebiscitará si los argentinos extrañan el dólar barato y el abundante endeudamiento externo, o si prefieren privarse del "confort menemista" en favor del empleo, la producción y una sociedad más integrada.
La segunda vuelta dirimirá de paso el liderazgo interno en el justicialismo, ya que Duhalde vivirá obviamente como una victoria final si logra colocarle a Kirchner la banda presidencial el 25 de mayo próximo, en lugar de pasar el trago amargo de ponérsela a Menem.
No pocos dirigentes y encuestadores opinan que el 65 por ciento de los votos que obtuvieron sus candidatos, revela que le peronismo ha exhibido el vigor necesario como para convertirsesimultáneamente en oficialismo y oposición.
Desde una visión más ideológica, otros piensan en realidad que la confrontación entre los dos modelos en pugna se dio una vez más dentro del movimiento mayoritario, lo cual trasladó el conflicto ala elección nacional.
Sea como fuere, la porfía decisiva dejará por primera vez en cien años a la Unión Cívica Radical fuera de su rol histórico de protagonista o partenaire, en cada una de las elecciones presidenciales realizadas desde 1916. (Télam)