Esta claro que si hubiera sido presidente de la Nación, Macri no hubiera rechazado el ALCA, ni humillado al presidente de los Estados Unidos, George Bush, en la cumbre americana de Mar del Plata, como lo hicieron unidos Néstor Kirchner, Hugo Chávez y Lula Da Silva. Su postura es coherente: detesta los planes sociales a los cuales considera un gasto que genera inflación y cualquier intervención política para proteger a los más desprotegidos por los abusos del mercado. Es un exponente tardío del modelo neoliberal de los 90.
En cambio resultó curioso que un socialista como Binner haya dicho que hubiese votado por Henrique Capriles en la última elección venezolana, en la que después de 14 años de gobierno, Chávez consiguió un nuevo mandato con más del 54 por ciento de los votos. La misma cifra que consiguió Cristina Fernández tras ocho años de kirchnerismo.
El diputado socialista Roy Cortina explicó que en realidad, su partido tienen mas coincidencias con el modelo instaurado por Lula en Brasil, que con el Socialismo del Siglo XXI. Pero aliados del Frente Amplio Progresista (FAP) como Claudio Lozano salieron a reivindicar la figura del revolucionario desaparecido.
El chavismo no se propuso en Venezuela abolir la propiedad privada, pero está muy lejos de posturas tan tibias como las del socialismo argentino.
La izquierda del FAP padece ciertas intervenciones de Binner, como la que produjo cuando salió a pedir que los trabajadores no pidieran aumentos salariales elevados en las paritarias, porque de esa manera se impulsa la inflación.
Es obvio que desde una óptica ligada a los intereses populares, lo que debe cuestionarse es la facilidad que tienen ciertos formadores de precios para remarcar sus productos con el objetivo de ganar posiciones en la puja distributiva, en lugar de condenar los aumentos salariales.
Que el Gobierno reclame mesura desde su rol de árbitro en las negociaciones paritarias es comprensible, más allá de que la propia presidenta proclame que está del lado de los más desprotegidos. Pero que el líder de un partido que se reivindica socialista condene los aumentos de salarios, resulta al menos contradictorio.
La diputada de Libres del Sur, Victoria Donda, que integra el FAP, fue criticada por algunos de sus compañeros de izquierda por pasearse en campaña con el diputado de la Coalición Cívica de Elisa Carrió, Alfonso Prat Gay.
Donda hace campaña para renovar su banca de diputada con este dirigente de perfil neoliberal, que renunció al Banco Central por diferencias con el presidente Néstor Kirchner. Sin embargo, ante la patinada de Binner, salió a enmendarle la plana con una postura más coherente, al asegurar que hubiera votado por Chávez.
Por su parte, es obvio que en los radicales tampoco hay acuerdo sobre la figura del líder bolivariano: los más conservadores -que pugnan por un acuerdo con Macri- detestan al chavismo, mientra que los más moderados lo cuestionan porque de un modo u otro lo identifican con las corrientes populistas, en las cuales se inscribe el adversario de siempre: el peronismo.
Estas contradicciones exponen en realidad las dificultades de la oposición para conformar un frente único, que pueda competir con el kircherismo con posibilidades ciertas de alcanzar el poder.
Chávez ganó la última elección claramente, con el 54 por ciento de los votos. Pero frente al oficialismo surgió por primera vez una oposición unida tras de la figura de Henrique Capriles, lo cual instaló al menos la posibilidad de una alternancia. En la Argentina, en cambio, las diferencias políticas y las ambiciones personales, hacen difícil que los opositores puedan aliarse detrás de un liderazgo hoy inexistente.
El Frente para la Victoria (FPV) se apresta a librar una batalla fundamental en las próximas elecciones legislativas, en las cuales los observadores políticos coinciden que se jugará el futuro de la presidenta Cristina Fernández y del modelo. El objetivo de reunir los dos tercios de las bancas en el Congreso, al cual apuntaron la semana anterior el secretario Legal y Técnico, Carlos Zannini; y el ministro de Planificación, Julio De Vido, parece lejano aún. Pero las previsiones indican que, ante la fragmentación opositora, el FPV volverá a ser la fuerza más votada a nivel nacional.
Si el radicalismo consiguiera finalmente aliarse con los socialistas, los sectores de izquierda proclives a un acuerdo electoral con las huestes de Binner se desgajarían porque rechazan el aparato radical. Si el ala conservadora de la UCR pactara con Macri, el viejo partido se quebraría. Si la derecha peronista se juntara con el Pro, algunos peronistas ortodoxos, antikircheristas no avalarían esa alianza.
En suma, en las próximas elecciones legislativas de octubre habrá al menos cuatro alternativas político-ideológicas: el centroizquierda liderado por el oficialismo, el centro en el que podrían confluir los socialistas con el panradicalismo, la derecha encabezada por Macri con algún desgajamiento peronista y finalmente las variantes de izquierda.
En verdad, las alianzas no son tan relevantes en una elección legislativa en las que las ofertas y los votos suelen atomizarse.
En última instancia, algunos partidos de oposición pueden suponer que conseguirán más bancas propias yendo solos que en una boleta compartida. Pero sí el oficialismo tiene inconvenientes por las limitaciones constitucionales sobre la Presidenta, la oposición demuestra ante cada hecho político, que no encuentra a su Capriles.
Fuente: Télam
