El proyecto se funda en la idea de que el tejido es una expresión, un modo particular de crear lenguaje. Muchos artesanos dedicados a esta actividad expresan sus ideas, sentimientos y conocimientos complejos, sin aprendizaje académico y realizan esta labor a pesar de ser casi analfabetos.
Ruth Corcuera, hija de catamarqueños y comprometida con sus raíces, sintió la necesidad de la gente de su tierra y creyó necesaria una acción fundamental para dejar testimonio de estas obras artísticas: realizó un libro en el que registró todo lo que elaboran estos tejedores, en especial las mujeres. El libro EL ARTE DEL ALGODÓN 1910