(DIARIOC, 05/04/2010) Laguna Diamante, en Antofagasta de la Sierra. “En la caldera del volcán hay poco oxígeno, mucha radiación ultravioleta, nada que comer y el agua de la laguna es extremadamente alcalina y con altísimos niveles de salinidad y arsénico. Estas condiciones, a más de 4.000 metros de altura, son muy parecidas a las que existían en los orígenes de la vida. De ahí su enorme importancia científica”, precisó desde Tucumán, la doctora María Eugenia Farías, responsable del Laboratorio de Investigaciones Microbiológicas de Lagunas Andinas (Limla-Proimi), del Conicet. Y el agua de la laguna atesora lo que para cualquiera sería apenas una gran cantidad de piedras blancas. Pero para el ojo especializado de este equipo de biólogos, zoólogos, bioquímicos y geólogos, que desde 2004 relevó la microbiología de más del 80 % de los salares y las lagunas de la Puna andina, esas rocas contienen organismos capaces de subsistir en condiciones muy extremas. Además, poseen cristales rojos intensos y muy raros de encontrar. “Debajo de esas piedras blancas encontramos tapetes microbianos de algas, bacterias, archeobacterias, hongos y levaduras. Habitualmente, se apoyan en una superficie y precipitan minerales para formar lo que fueron los primeros microorganismos que cubrieron nuestro planeta. Pero estos nuevos tapetes, que son aparentemente distintos, acumulan un cristal rojo que no esperábamos encontrar y que, según los primeros estudios por rayos X, serían muy raros”, explicó. Esos primeros microorganismos, de los que hoy existen muy pocos vivos en el mundo, son un preciado objeto de estudio en varios laborarios porque fueron los que liberaron oxígeno a la atmósfera, formaron la capa de ozono y permitieron que nuestro planeta fuera apto para la vida. “En esos tapetes conviven algas y bacterias, pero hacia el centro de la laguna están esos rosetones de cristales de roca rojos”, dijo Farías, que está trabajando en este proyecto con su equipo de siete becarios y el Doctor Daniel Poiré, profesor titular de la Cátedra Rocas Sedimentarias, de la Universidad Nacional de La Plata. Hasta ahora el equipo hizo dos visitas a la laguna de la caldera volcánica. Toda una hazaña en aguas con un cóctel de alta alcalinidad (tiene un pH entre 10 y 11 -el pH de la soda cáustica es de 13,5-), gran salinidad (170 mg de sodio por litro) y elevadísimo nivel de arsénico (hasta 200 mg/L). “Esto es, sin dudas, el ambiente más extremo encontrado hasta ahora, con alta radiación de rayos UV y poca cantidad de oxígeno. En definitiva, un ambiente mucho más parecido a la Tierra de los orígenes de la vida”, insistió.
Una ventana al futuro El valor potencial de esos organismos no se limita a poder relatarnos cómo era nuestro y otros planetas -el ambiente que los rodea es muy parecido a las condiciones en Marte-. También serían una fuente extraordinaria de aplicaciones biotecnológicas. Por eso, mientras que en Tucumán, en equipo del Limla está realizando estudios de extracción del ADN para conocer de qué se tratan estos tapetes de bacterias, archeobacterias, algas, levaduras y hongos, a kilómetros de distancia, en La Plata, Poiré está analizando la composición minerológica de los cristales rojos. Los primeros resultados confirman que es un mineral ya descrito, pero raro de hallar, por lo que el experto continúa con los análisis de laboratorio.
Un material estratégico La Puna argentina está llena de salares ricos en litio, un mineral que cada vez es más codiciado como materia prima en la producción de energía limpia para fabricar productos como las baterías recargables o los vehículos eléctricos híbridos. “Hay una gran carrera por el litio como mineral estratégico. La minería del litio va a ser cada vez más fuerte en la Puna y sería importante que las provincias traten de determinar qué lugares no deberían ser tocados por su relevancia científica y ambiental”, finalizó Farías.
Fuente: La Nación