Un mecanismo aceitado e implacable, más allá del cambio eventual de nombres; el equilibrio justo entre belleza y eficiencia. Don Renato Cesarini y Carlos Peucelle tenían en sus manos la mejor materia prima y quedó, imborrable, en las retinas y en los relatos de los que llenaban las canchas sin ser necesariamente hinchas de River.
Un equipo sin igual. Eran otros tiempos, el público se abarrotaba en las tribunas, trajeado, vestido para la ocasión; y La Máquina le correspondía con elegancia, estilo y espectáculo.
La historia comenzó el 28 de junio de 1942, en el Monumental, ante Platense, con un triunfo por 1 a 0. No jugaron más juntos ese año, pero del 43 al 46 hubo otros 17 encuentros para la historia, con dos títulos y dos subcampeonatos. Nunca jugaron, todos juntos, ante Boca, pero es sólo una anécdota.
Hubo jugadores importantes, como Ricardo Vaghi, Norberto "Estampilla" Yácono (precursor de la marca personal), o Bruno Rodolfi, que se doblegaba para marcar en el medio campo. Sin embargo, la delantera fue la que maravillaba a todos, la que se sabe de memoria , la que integraban Muñoz, Moreno, Pedernera, Labruna y Loustau. Tapados por estos monstruos, alternaron Alberto Gallo, Antonio Báez y Roberto Coll.
La Máquina creó, sin darse cuenta, un estilo que fue mejorando en cada práctica más que en cada partido, sin egocentrismo como virtud; el mérito más grande fue el gran entendimiento que alcanzaron todos. (Télam)