Catamarca
Jueves 25 de Abril de 2024
Buscar:

En la desgracia siempre hay una buena historia

Cuentista y novelista, el cordobés Luciano Lamberti construye una literatura antes que siniestra, inquietante, sin sobretonos, sin exageraciones y sin recurrir al elemento fantástico que convertiría a muchos de sus personajes -asaltados por verdades propias, inesperadas- en muñecos de ficciones iniciáticas.
Publicó los libros de cuentos Sueños de siesta, El asesino de chanchos y El loro que podía adivinar el futuro y la novela Los campos magnéticos. El asesino… editado por el sello Tamarisco, quizá sea su título más conocido.

Lamberti es un hombre apocado, sin interés por las estridencias; transmite, por el contrario, cierto desinterés por las vidas aparatosas o heroicas; prefiere, al parecer, una escucha despejada, en sintonía con la belleza y el horror, intercambiables en menos de lo que canta un gallo.



Esta es la conversación que sostuvo con Télam.

T : En algunos de los cuentos de "El asesino...", está ese efecto: lo horroroso es banal, pero no se trata de la banalidad del mal. ¿Qué pensás?

L : Creo que lo horroroso, antes de ser horroroso, debe ser creíble. En ese libro me propuse hacer un viaje hacia una clase de "interior" que es muy identificable y a la vez en cierto punto no existe, es parte de mi imaginación y de mi humilde forma de ver el mundo. Los personajes del libro se encuentran en general frente a una dimensión de la vida que los supera, algo para lo que no encuentran explicación, una epifanía sencilla. Son desgraciados, como los personajes de la biblia o de cualquier cuento, porque en la desgracia hay siempre una buena historia.


T : Este es un mundo donde el mal (en el sentido teológico) no existe. ¿Es así o leí cualquier cosa?

L : Existe pero es perdonado. Yo en ese tiempo creía que todo el mal podía ser perdonado, ahora creo que no. Cuando escribí el siguiente libro de relatos, esos monstruos perdonables se transformaron en monstruos incomprensibles, ya no hay rasgos graciosos en ellos, en el sentido de lo que es gracioso porque es conocido (o porque una forma de trabajarlo lo vuelve conocido). Hay un loro sádico e inmortal, por ejemplo.


T : Ese imaginario urbano sobre la escena rural, lo tratás con un humor muy negro. ¿Querías llamar la atención sobre ese rasgo? En ese punto, el libro recuerda los cuentos de El llano en llamas.

L : Los dos libros de Rulfo son grandes influencias, los leí durante la facultad y quedé muy impresionado por esa especie de costumbrismo fantástico que tienen, sobre todo Pedro Páramo. En esa época me parecía "ético" trabajar con mi acotada experiencia de vida. Entonces, la mayoría de los cuentos trascurren en una cierta zona que conocía muy bien. No pensé en eso durante la escritura, surgió naturalmente como surgen las imágenes que después te llevan a escribir una historia, así que no tengo demasiadas justificaciones (excepto, sí, que en ese tiempo leía a Juan José Saer y a William Faulkner, ambos dedicados a pintar pequeños espacios vitales con una suerte de expresionismo deformante en el estilo).


T : La complejidad de los procedimientos es alta. Sino difícil se lean esos "motivos" como atravesando pasajes, sin jergas, experimentos, idiolectos o formatos deliberadamente siniestros. No sé cuál es tu opinión al respecto.

L : Siempre hay formas distintas que me atraen, pero tampoco estoy muy consciente de los procedimientos. Un cuento puede tener varios comienzos y eras geológicas, pero cuando encuentra su forma adecuada se desliza como por carriles. Y su forma proviene de reescrituras, capas que se van acumulando, detalles que ya no es necesario contar y otros que crecen.


T : Esa mezcla, alta cultura (no explícita) y cultura popular (no tan explícita), ¿pensás que te llega de una tradición oral o para vos escribir es una técnica que manejás con facilidad, "naturalmente"?

L : Creo que lo más difícil en narrativa es lograr cierta espontaneidad, que lo haga parecer recién sacado del horno y que a la vez eso recubra un trabajo de manipulación, de ordenar los elementos para generar un efecto. Hay una cierta tradición en los relatos con marco, donde la historia principal la cuenta un personaje. A veces los cuentos funcionan como minis 1001 noches, cruzan muchas historias. Si había un concepto general mientras escribía ese libro era el de "contar muchas historias", a veces que no llegaban a nada o no modificaban en absoluto al personaje. Pensaba que la literatura se tenía que parecer a la vida. Craso error que intenté subsanar en mi siguiente libro.

Fuente: Télam

(Se ha leido 137 veces.)

Se permite la reproducción de esta noticia, citando la fuente http://www.diarioc.com.ar

Compartir en Facebook

Sitemap | Cartas al Director | Turismo Catamarca | Contacto | Tel. (03833) 15 697034 | www.diarioc.com.ar 2002-2024