Previamente se ofició la Santa Misa, presidida por el Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanč, y concelebrada por sus hermanos en el sacerdocio. También llegaron a la despedida de sus restos mortales algunos fieles del departamento Belén.
El párroco de Ancasti, presbítero Rogelio Suárez, hizo una semblanza del sacerdote, destacando entre otros conceptos: “Recordar al padre Poggi es pensar en el hombre del silencio, de la meditación, de la entrega, de la humildad, del auténtico Sacerdocio, del bueno y Santo humor, de haber vivido en su propio cuerpo la Pasión como buen Pasionista que era”.
Trayectoria
El padre Poggi había nacido en Capitán Sarmiento, provincia de Buenos Aires, el 25 de enero 1920, y fue ordenado sacerdote el 9 de octubre de 1948 en Colonia Caroya, provincia de Córdoba, por Mons. Ramón Castlellano.
Pertenecía a la Orden Religiosa de los Padres Pasionistas, y desde 1970 se encontraba incardinado en la Diócesis de Catamarca, donde primeramente fue asignado a la parroquia San Francisco de Asís, en Andalgalá. Al cabo de un año pasó a la localidad de Hualfín, que por ese entonces era Vicaría de la parroquia Nuestra Señora de Belén.
Durante su ministerio sacerdotal en ese lugar, fue creada la parroquia Nuestra Señora del Rosario, por el entonces Obispo Diocesano, Mons. Pedro Alfonso Torres Farías, pasando a ser el padre Poggi su primer cura párroco. Desempeñó ese ministerio durante 16 años, hasta que fue designado en la parroquia Nuestra Señora de Belén, el 20 de diciembre de 1986, por lo que durante 6 años tuvo a su cargo las dos parroquias del departamento Belén.
Desde 1992 residía en la parroquia San José Obrero, en el barrio La Tablada, en calidad de Párroco Emérito, donde colaboraba con las tareas del párroco y era muy estimado por los fieles de ese sector.
El padre Angel Poggi era muy querido, particularmente en las comunidades del interior, que conocieron de su bondad y de su total entrega a la Iglesia, a través de su ministerio sacerdotal. Quienes tuvieron la gracia de conocerlo hablan de su ejemplo de santidad, y destacan la entereza y valor con que llevó adelante la enfermedad terminal que padecía.
La Iglesia de Catamarca eleva oraciones por el eterno descanso de su alma.