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Jueves 18 de Abril de 2024
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SANTIAGO DEL ESTERO

Hablar “en santiagueño”

El santiagueño que habla “en santiagueño”, arrastra la “rr” y pronuncia la “y” como “i”. Y toma esta condición como única para hablar “en santiagueño”. Si así no lo hace y hace sonar la “rr” al hablar o pronuncia la “ye” como “y” (como lo hace el porteño), entonces el rechazo de éste, es inevitable.
(DIARIOC, 19/02/2009) El santiagueño hace gala de un lenguaje dulce en tiempo perfecto. Usa correctamente en su diario expresar, los verbos auxiliares que los estudiosos de la semántica aconsejan. Arrastra la “s” con suavidad característica que hace simpático su hablar. Y no tiene ningún “cantito” que desvirtúe su expresión. Sólo en algunos su lentitud ancestral en el andar, incide en su forma de hablar (esta falta de dinamismo en la articulación de frases gusta a algunos foráneos haciéndole decir que esto endulza más su voz, pero a otros más ansiosos o que gustan de un ritmo más ágil, los exaspera o les da pie para la burla recurrente sobre su tranquila forma de ser).

Pero Santiago del Estero es una provincia mediterránea, por lo que es inevitable la influencia de las provincias colindantes en su economía, en sus costumbres... incluso en su forma de hablar. Así, entonces, cuando más nos acercamos a los límites provinciales, notamos la pérdida progresiva de la forma característica de hablar de este provinciano.
La influencia de otras tonadas o giros idiomáticos en la forma de hablar del santiagueño (sobre todo en los límites territoriales), deja entrever cierta intolerancia por parte de quienes viven en el centro del territorio provincial, donde no se sufre este tipo de ingerencia fronteriza. Entonces miran como “no santiagueños” a quienes hablan con influencia cordobesa, tucumana, catamarqueña o chaqueña. Pero esta intolerancia no es tan marcada como ante aquel santiagueño que se “aporteña”. Y esa intolerancia puede llegar hasta el rechazo por parte de sus comprovincianos.

El santiagueño que habla “en santiagueño”, arrastra la “rr” y pronuncia la “y” como “i”. Y toma esta condición como única para hablar “en santiagueño”. Si así no lo hace y hace sonar la “rr” al hablar o pronuncia la “ye” como “y” (como lo hace el porteño), entonces el rechazo de éste, es inevitable. Por ejemplo: en vez de “yo” debe decir “io”; pero el uso de la “ye” no siempre es así. La usa en palabras como “ya” (diciendo “ia”), “vaia” por “vaya” o “tuio” por “tuyo”... y otras más; pero en “mayor” o “mayo” la pronuncia como “ye”. Esto es así, porque el hablar del santiagueño tiene influencia ancestral de la lengua quichua, incluso hay muchas palabras quichuas que están incorporadas a su lenguaje cotidiano. Y en quichua la “ye” se la pronuncia como “i”. Vemos palabras como “coyuyo” que se debe decir “coiuio” o “Sachayoj” que se dice “sachaio”. Entonces, y por costumbre ancestral, todas las palabras con “ye” se las pronunció en la provincia como “i”. Tanto es así (y sobre todo en los “mayores”, la gente de hace dos o tres generaciones) pronunciaban más palabras con “ye” como “i”. Decían, por ejemplo, el mes de “maio” o se referían a una persona “maior” con total naturalidad; pero con el tiempo las palabras con “ye” comenzaron a tener influencia castellana, y cada vez son menos las que se pronuncia como si fueran “i”.

Tal vez por esa costumbre tan arraigada (sobre todo en el centro de la provincia) estos santiagueños sean pocos tolerantes con aquellos que también son santiagueños; pero hablan con influencia de otras provincias... o “aporteñados”. Aquí es preciso aclarar que el santiagueño que va a Buenos Aires es quien se “aporteña”; pero el “aporteñamiento” se da con más facilidad en aquel santiagueño que vive en las zonas limítrofes de Santiago. Tal vez esto es así, porque -como se dijo más arriba- su hablar “en santiagueño” no sea tan marcado por influencia territorial. Y esto (sólo tal vez) permita que cualquier tonada con sus giros idiomáticos -como la del porteño- , influya con más facilidad en su modo de hablar. Aunque también aseguran algunos, la influencia porteña (de Capital Federal) a través de los medios de comunicación principalmente, haya predispuesto al joven o niño santiagueño a su forma de hablar (en la persona mayor, que tenga esta influencia, no puede ocurrir modificación alguna).
Lo cierto es que el santiagueño, como la gran mayoría de los provincianos, tiene un especial rechazo hacia la forma de ser del porteño (incluyendo su forma de hablar), tal vez por viejas disputas entre unitarios y federales. Pero la situación es ésta... para bien o para mal.

{adr}Por lo antedicho, dos cosas se deben hacer: Primero entender el valor de preservar la forma característica de hablar del santiagueño (para esto, todos los medios son válidos). En segundo lugar, el santiagueño que habla “en santiagueño”, debiera ser más tolerante con sus coterráneos que no hablan así por influencia de otras provincias. Deben entender que los límites territoriales funcionan como amortiguadores de la influencia exterior, como naturales protectores de la riqueza del centro de la provincia. Y este santiagueño del centro de la provincia, que habla “en santiagueño”, cuya forma de hablar no es fácilmente influenciable por otros modismos lingüísticos, debe entender que si bien la provincianía no es una cuestión territorial ni antojadiza, tampoco es privativo de quienes hablan con cierta tonada o lo que dice el Registro Civil, sino una cuestión de sentimiento y de autenticidad. Aquí es preciso aclarar que los sentimientos deben estar íntimamente ligados a la autenticidad, tanto es así que es frecuente encontrar santiagueños (que incluso hablan “en santiagueño”) que no son “auténticos”, porque no “sienten” a su provincia natal; mientras que hay otros que no siendo santiagueños (y no hablando “en santiagueño”) adoptan la provincianía santiagueña por sentirla, y son más auténticamente santiagueños, aunque hayan nacido y se hayan criado en otra provincia.

Y éstos no hablan “en santiagueño”, por el mismo respeto que le tienen a la autenticidad del lugareño nato... aunque le gustaría. Pero de hacerlo en forma forzada, no sólo le haría perder su propia autenticidad, sino que lo sentirían como una profanación a lo que eligieron por propia voluntad. Y eso es lo que necesita esta tierra: santiagueños auténticos (sean nacidos o no en este territorio), que amen la forma particular de ser de este provinciano, que defiendan el hablar característico que éste tiene (ya sea que hable o no “en santiagueño”), y que tolere al santiagueño aquel que sufre la influencia de otras costumbres por su ubicación territorial. Porque la identidad santiagueña está configurada por la intermitencia cultural de una provincia mediterránea... y el hablar “en santiagueño”, también.

Fuente/ elliberal.com.ar

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