Hombre de fuertes ideales, Favaloro vivió sus 77 años con pasión y dedicado enteramente al oficio de salvar vidas. Para ello creó una Fundación dedicada a los trasplantes y la cardiocirujía, dotada con los adelantos técnicos más importantes y adonde buscaron refugio desde las personalidades más renombradas hasta los más humildes.
Pero los mismos que se habían enorgullecido con su ciencia y lo colmaban de alabanzas, lo obligaban ahora a "convertirse en un mendigo" -tal como lo definió él de puño y letra en una carta enviada a un matutino porteño- para reclamar una deuda de 18 millones de dólares, que colocaba a su Fundación y a la esperanza de devolver la salud a la gente, en situación de peligro. ( Télam)