Catamarca
Miercoles 24 de Abril de 2024
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Quieto en la orilla, de Marcos Bertorello

Uno de los rasgos más claros de los jóvenes narradores argentinos es que, en lugar de aseverar, dudan: subjuntivos, condicionales, rodeos, conjeturas, equívocos y reflexiones se muestran a la orden del día.
A propósito de dudas, Quieto en la orilla es la primera novela o nouvelle de Marcos Bertorello, escritor y psicoanalista nacido en 1970 en Buenos Aires, que ya había publicado el libro de relatos Porno y los textos intrusos de Rokerito. La de Quieto en la orilla es una escritura egocéntrica que carece de narcisismo, una escritura que, en efecto, se hace sentir a sí misma incómoda, débil, insegura. También ostenta un discurso profundo en tanto trabaja a distintos niveles: no es una línea recta sino una especie de parábola que arranca, se detiene, vuelve atrás, lo intenta de nuevo y vuelve a empezar de cero. La entonación de Marcos Bertorello es, en definitiva, dubitativa, sinuosa y dilemática.

Lo mismo sucede con su protagonista El Guerrillero, clara referencia a

Roberto Quieto, cuyo nombre completo era Roberto Jorge Quieto y a quien se lo conocía por el apodo de Negro. Nacido en Buenos Aires, el 30 de enero de 1938 y secuestrado en 1975 en la localidad de Martínez, Quieto continúa hasta la fecha en situación de desaparecido. Fue fundador y líder de la organización Fuerzas Armadas Revolucionarias que luego se fusionaría con la conducción nacional de Montoneros.

El dilema que trabaja Bertorello entre historia y ficción se replica en otro dilema que, inmediatamente, incorpora la figura de Roberto Quieto, y es qué hacer con la información sobre la organización brindada por aquellos militantes que se encuentran en situación de tortura. Luego de ser detenido por primera vez, Quieto fue enviado a la cárcel de Rawson de la que se fugó junto con otros detenidos dirigiéndose al extranjero. Regresó luego al país y vivió en la clandestinidad hasta su secuestro. Al mes del hecho, la organización a la que pertenecía lo calificó de traidor y lo condenó a muerte a causa de una serie de ataques que sufrió la organización a partir de una logística que solo se pudo haber puesto en práctica gracias a los datos supuestamente entregados por Roberto Quieto.


Fuente: Télam

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