Esa capacidad del colibrí de mantener un vuelo estático es resultado de una variada combinación de factores: el ritmo de su corazón puede alcanzar 500 pulsaciones por minuto y su tasa metabólica es extremadamente alta. Además, posee una musculatura que llega a constituir el 30 por ciento de su peso.
Cuando el colibrí liba el néctar de las flores, precisa mantener una posición estable en el espacio. Esto constituye un verdadero desafío si se tiene en cuenta que sus alas, que se agitan 75 veces por segundo, deben ofrecer equilibrio, incluso si se presentan ráfagas de viento y otras perturbaciones ambientales. La pequeña ave puede volar hacia adelante o atrás con una precisión mayor a la de un helicóptero.
Hasta la fecha se habían realizado investigaciones orientadas a indagar las especializaciones morfológicas y metabólicas de este diminuto pájaro, pero ninguna había abordado las especializaciones neurológicas que le confieren esa capacidad de vuelo tan original.
Recientemente, especialistas en Neurología, que trabajan en el departamento de Psicología de la Universidad de Alberta, Canadá, identificaron la parte del diminuto cerebro del colibrí que le permite permanecer suspendido en el aire. Los resultados de la investigación fueron publicados en la revista científica The Journal of Comparative Neurology de noviembre.
Wong-Wylie y Andrew Iwaniuk, autores del trabajo, compararon cerebros de colibríes con cerebros de otras 37 especies de aves del Museo Nacional de Historia Natural de ese país. Su objetivo consistió en localizar las partes especializadas del cerebro que le permiten al colibrí desarrollar esa capacidad aerodinámica.
Los investigadores de la Universidad de Alberta sostienen que la estabilización del vuelo, característica de los colibríes, es posible gracias a la sutil interacción entre su sistema visual y su capacidad motora. A partir del estudio de los cerebros, los científicos descubrieron que las áreas visuales de ese órgano de los colibríes estaban más desarrolladas.
Los resultados de la investigación señalan que un núcleo específico del área visual del cerebro, el núcleo pretectal, es de dos a cinco veces más grande en los colibríes que en el resto de las especies. Ese núcleo le conferiría al colibrí una mayor capacidad para detectar cualquier movimiento que se produce en su campo visual.
Su desarrollada capacidad visual le permite al colibrí elegir de forma precisa un punto de referencia en la flor, que le sirve como guía para producir un equilibrio motor a fin de lograr la estabilización en pleno vuelo. El núcleo pretectal confiere estabilidad a los movimientos del ojo, habilidad que, a su vez, posibilitaría que el pequeño pájaro estabilice sus movimientos.
Las neuronas del núcleo pretectal, conectadas a otros centros de la región visual del cerebro, actúan como un preciso detector que registra con exactitud los movimientos de la flor que se agita con el viento. De esta forma, el sistema visual del colibrí puede compensar las perturbaciones y mantener el vuelo estático.
Wong-Wylie y Andrew Iwaniuk pretenden seguir realizando investigaciones para identificar otras regiones del cerebro que desempeñan un papel clave en el vuelo de los colibríes.