Serán, además, las primeras elecciones en décadas en las que habrá más de un candidato gracias a la reforma electoral aprobada y que se estrenará el próximo martes.
Los detractores argumentan que la gente no puede estar pensando en votar cuando tiene los combates en la puerta de su casa, como sucede en Al Raqa -totalmente en manos rebeldes- y en casi la mitad de Alepo. Tampoco podrán votar quienes se encuentran refugiados en países vecinos como el Líbano y Jordania.
Según cifras del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR), de los 22 millones de sirios unos 3 millones están registrados como refugiados en los países vecinos.
Desde el gobierno sostienen, con igual pragmatismo, que más del 70 por ciento del territorio nacional está manejado por las autoridades oficiales y que los grupos "terroristas", como denominan a los rebeldes, no deben marcar el rumbo ni la soberanía del país.
Damasco, Tartús y Latakia son los bastiones del oficialismo. El primero, la capital del país, fue desde el inicio de esta guerra civil que ya tiene más de 3 años de vida, una muralla donde sólo pueden penetrar los rebeldes en algún barrio periférico y con una estrategia de guerra de guerrilla.
Su centro, el corazón mismo de los damascenos, el lugar donde vive y transcurre casi todos sus días Al Assad y su familia, jamás estuvo afectado por los combates, y la tranquilidad sólo se rompe por el tronar de algún mortero lejano o el repiquetear de balas que apenas hacen mella en los oídos.
Las otras dos regiones de la costa siria, en tanto, son valuartes de la secta alauí a la que pertenecen los Al Assad y allí, además de votar sin problemas, toda esta semana se realizaron festejos y actos populares por un nuevo triunfo de quien está en el poder hace 14 años y que seguirá en el mismo, salvo una catástrofe, por siete años más.
El 87% de la población siria es musulmana (de los cuales el 74% son sunnitass y el 13% son alauitas, chiítas o ismaelitas). Además, el 10% son cristianos entre los que hay ortodoxos, católicos y protestantes.
El 3% restante son drusos, porcentaje entre los que también se cuentan unos pocos judíos.
Latakia es, además, la ciudad donde nació y está enterrado Hafiz al Assad, padre del actual mandatario.
La palabra-fuerza utilizada en la campaña es "Juntos" y así, en pancartas, pasacalles y afiches puede leerse "Juntos más fuertes", "Juntos contra la corrupción" o "Juntos por la seguridad".
Apenas dos fueron los políticos habilitados para competir contra Al Assad en la contienda del martes: Maher al Hayar y Hassan al Nuri. El resto no lo fue por una sencilla y comprensible razón: pasaron a formar parte de los grupos armados que buscan derrocar al actual presidente.
Al Hayar es un diputado comunista nacido en 1968 en Alepo, quien realizó su campaña proponiendo el cambio y el secularismo.
Al Nuri, en tanto, es un ex ministro y empresario de productos para limpiar zapatos de 54 años de edad, que propone una "economía de mercado más inteligente" y se presenta como el "representante de una mayoría silenciosa".
No existirán veedores internacionales a la usanza de los países occidentales, pero el presidente del Parlamento sirio, Mohamed Yihad al Laham, anticipó que sí estará un grupo proveniente de naciones "amigas" como Rusia, China, India, Armenia, Sudáfrica, Bolivia, Venezuela, Ecuador, Brasil, Cuba y Nicaragua.
Bashar al Assad es médico oftalmólogo y se convirtió en presidente en el año 2000 tras la muerte de su padre y predecesor, Hafiz al Assad.
Fuente: Télam