Para ello se elaboró un documento final que dice, en líneas generales, lo siguiente:
“La gran minería llegó al país, apenas hace diez años, en el marco de una conflictiva situación social, política y económica.
Las reservas mineras conforman el patrimonio de muchas provincias, pero la explotación de metalíferos siempre se hizo en forma intermitente y en pequeña escala, lo que escasamente contribuyó a la creación de conciencia sobre esta industria.
La espectacularidad del arribo de las empresas mineras en pequeños y alejados pueblos creó la confusión que persiste, entre la ciencia, técnica y recursos que significa la minería propiamente dicha y las empresas que realizan las explotaciones.
El estado, atendió los aspectos legales y económicos, pero no dimensionó el impacto que sobrevendría, por el encuentro de dos estructuras culturales y económicas desiguales.
La comprensión de la industria minera como alternativa económica, amerita un cambio cultural sobre los procesos productivos. De labores artesanales o del campo, al trabajo con precisiones técnicas, uso de tecnología y exigencias laborales que demandan el conocimiento de obligaciones y derechos.
La minería, como disciplina estuvo destinada a un escaso público, el conocimiento y el lenguaje quedaron presos de tecnicismos y en poder de pocos.
Como actividad no generó noticias nacionales por lo que pocos periodistas y comunicadores se especializaron en la temática.
Por otro lado, es reciente la importancia que se le otorga a la información a través de los medios masivos, aunque de lenta aplicación, sobre todo por parte de los organismos del estado que destinan escasos fondos a esta función.
La desinformación dejó espacio para la formación de grupos que se expresan en contra de la actividad minera por considerarla un saqueo al patrimonio local, y la causa de contaminación ambiental de consecuencias mortales.
{adr}Los pobladores quedaron entre el discurso de sus vecinos y el silencio de las autoridades a cargo de difundir la industria, que se ha ganado el lugar de política de estado por la importancia en la economía nacional y desarrollo de las provincias cuya conformación geográfica les impide competir a gran escala con la agro-ganadería.
Aún falta lograr la integración de las empresas mineras a las sociedades con las que deben convivir. En general poblaciones chicas donde la llegada de personas produce desde curiosidad hasta desconfianza. En este aspecto les cabe igual responsabilidad a las Cámaras que agrupan al empresariado proveedor de la minería como parte del negocio.
Entre las carencias que se observan es que los entes educativos tampoco han previsto la información a docentes y alumnos de todos los niveles, para que los conocimientos sobre minería se respalden en la autorizada voz del Ministerio de Educación.
Las sucesivas exposiciones de los resultados de las mesas de trabajo, coincidieron en la importancia del encuentro y el compromiso puesto en el debate por parte de todos los concurrentes”.