La leyenda afirma que un verano una bella niña india, dolida por su amor imposible hacia Pujllay, príncipe alegre y juguetón, se adentró en las montañas y se convirtió en nube.
Una nube que vuelve cada año para colmar de alegría a la tierra y al corazón del ¨aylly¨ -su tribu- posándose como gota de rocío en los pétalos de la flor del cardón. De allí su nombre: chaya, que significa ¨agua de rocío¨, y la veneración a aquella diosa india.
Por ello, antiguamente los hombres rociaban ramitos de albahaca para arrojarlas galantemente al paso de las mujeres. A Pujllay se lo ha representado siempre como a un anti-héroe, a través de un muñeco de trapo, desde que aquella, su tribu, le impidió concretar el amor de la bella Chaya ya que su algarabía natural hizo que los ancianos lo consideraran un frívolo.