Catamarca
Jueves 25 de Abril de 2024
Buscar:

El juego como experiencia estética

A partir de la reciente publicación del libro colectivo Estéticas de lo extremo, compendiado por María Elena Oliveras, el psicoanalista y escritor Luciano Lutereau explora en su ensayo cierta concepción del juego a la experiencia estética para proponer una nueva interpretación de la idea freudiana de la práctica lúdica.
El analista presentará en un seminario que se realizará mañana y el sábado próximo en la Universidad Nacional de Mar del Plata algunas de estas tesis vertidas en el libro, recién publicado por Emecé.

Lutereau es autor, entre otros libros, de "Los santos varones", "Marcadores nuevos", "Los usos del juego", "Lacan y el barroco" e "Inconsciente y verdad".

Esta es la conversación que sostuvo con Télam.

- En su libro Los usos del juego proponés al juego como una formación del inconsciente privilegiada. ¿En qué sentido se entiende esa condición?
- El inconsciente no es el lapsus, el sueño, ni ninguna de las formas que mejor lo manifiestan. Dicho de otra manera, ciertas producciones pueden ser formaciones del inconsciente en la medida que realizan un modo retorno asociado a una experiencia; es decir, la pregunta por el sentido de dichas formas. Y no sólo un sueño es una formación del inconsciente cuando se le supone un saber, sino que además es necesaria una segunda condición: que ese saber implique al sujeto, que sea "autorreferencial".

- ¿Entonces?
- Entonces podríamos añadir a las formaciones del inconsciente un nuevo elemento: el juego. Este último no puede ser reconducido a ningún objeto (o juguete), sino a una determinada actitud del "jugante": la sorpresa.

Dicho de otro modo, el juego no puede ser explicado transitivamente ("Alguien juega a algo"), ya que la experiencia lúdica impone una alteración de la estructura gramatical habitual con que pensamos nuestros actos -en los que somos agentes de lo que decidimos-, para exponer una alteración de la posición del sujeto, que ahora se muestra como objeto y efecto de la experiencia.

- ¿Y cuál sería el modo de intervención del psicoanalista en el juego?
- El analista participa del juego; sin embargo, ¿podría decirse que "juega"? En sentido amplio, podría convenirse que el psicoanálisis es un juego de a dos, pero ¿el analista juega de la misma manera que el niño? El núcleo de este interrogante apunta a una cuestión precisa: ¿el analista se satisface con el juego de la misma manera que el niño?

- ¿Cómo respondés?
- Imaginemos la situación en que un analista se enfureciera al perder en un juego de pelota. Esa furia estaría fuera de lugar, aunque también es palpable que muchas veces la presencia de afectos "penosos" invaden al analista. Se trata de niños que fastidian, agotan.

En esos casos, estos "sentimientos" especifican una circunstancia transferencial, sería vano atribuírselos al analista por sí mismo. El analista se sirve del juego, o se presta al acto de jugar para dejar en manos del niño el ordenamiento de la secuencia. Por eso introducir el juego es el modo de facilitar el cumplimiento de la asociación libre en la infancia.

- ¿De qué modo vinculás el juego a la experiencia estética?
- En el capítulo 2 de "Más allá del principio del placer", Freud se propone una "estética de inspiración económica". De acuerdo con este propósito es que considera el juego, desde una perspectiva infantil, en función de la ganancia de placer.

Al igual que Aristóteles en su Poética, Freud destaca que el juego se nutre de una extraña condición paradójica: muchas veces da lugar a lo "desagradable", con lo cual cabe preguntarse en qué medida podría ser placentero cobijar lo que, en definitiva, no causa placer.

En este punto, es importante realizar una aclaración; el planteo freudiano no peca de ingenuo al proponer que el displacer sería un predicado del objeto que el juego representa -cuestión que también podría proponerse en términos artísticos: ¿qué satisfacción podría haber en la contemplación de algo aberrante? La pregunta freudiana se formularía con otros términos: ¿por qué el displacer motoriza el juego? Para dar cuenta de este aspecto es que se introduce el llamado fort-da.

- ¿Cómo es eso?
- Freud ubica el hábito -cuya estructura no estaría en un "hacer de cuenta que" sino en el hacer "una y otra vez"- en el núcleo mismo del jugar. Y es notorio que Freud considere más el "uso de sus juguetes" antes que la materialidad de los mismos.

Lo significativo es que el niño jugaba a que "se iban"; y lo mismo ocurrió con un carretel enlazado con un piolín, el cual no utilizaba para "jugar al carrito", sino que arrojaba tras la baranda de su cuna, para despedirlo, aunque también saludando su regreso con un "Da" (acá esta).

Por esta vía, el juego se realizaba con un doble tiempo: desaparición/aparición. Por último, a esta variación del juego se añade una tercera experiencia: la propia desaparición.

En este punto, cabría preguntar: ¿se trata de un mismo juego y sus variaciones o de tres juegos distintos? Esclarecer esto podría dar elementos para trazar una distinción entre diferentes modalidades de juegos a través de diversos usos pulsionales.

No es lo mismo jugar con la expulsión que satisfacerse en el recorte de un espacio invisible, como tampoco lo es interrogar el deseo del Otro a través de la propia ausencia en un proceso de sustracción.

Fuente: Télam

(Se ha leido 165 veces.)

Se permite la reproducción de esta noticia, citando la fuente http://www.diarioc.com.ar

Compartir en Facebook

Sitemap | Cartas al Director | Turismo Catamarca | Contacto | Tel. (03833) 15 697034 | www.diarioc.com.ar 2002-2024