Catamarca
Viernes 29 de Marzo de 2024
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Una mirada que reactualiza los usos del pasado

En Política y/o violencia, publicado en 2005 y relanzado por estos días con nuevos aportes, la politóloga Pilar Calveiro propone una revisión no concesiva de la militancia durante los 70 que impugna las idealizaciones y apuesta a una resignificación del pasado centrada en las urgencias y particularidades del presente.
Calveiro, radicada en México desde hace más de tres décadas luego de permanecer secuestrada durante la última dictadura, llegó a Buenos Aires para presentar el relanzamiento de su libro -esta vez a cargo del sello Siglo XXI editores-, que explora el estrecho vínculo entre política y violencia en los 70 y las formas en que aparece reactualizado en las tensiones del presente.

La obra fue escrita junto con otro texto emblemático de la autora, "Poder y desaparición", aunque ambos fueron publicados en tiempos diferentes y recorren desde perspectivas distintas los aspectos más polémicos de la militancia durante los 70, en particular las responsabilidades de las cúpulas guerrilleras en el exterminio de sus organizaciones.

"Mientras que el modelo global de la actualidad lleva al aislamiento y a la individualización extrema, en la Argentina se está dando un fenómeno interesante centrado en la redignificación de la política y reinserción de los sectores jóvenes en la militancia como apuesta de vida", destaca Calveiro a Télam.

- Télam: El pasado que explorás ha estado muy presente en la agenda social de los últimos años ¿Cómo transcurre esa recuperación del pasado: como una instancia fosilizada o reactualizada por las necesidades del presente?
- Calveiro: Sobre el pasado hay siempre distintas miradas, algunas de las cuales aparecen congeladas en el mismo momento en que transcurrieron los hechos. Frente a eso, es importante pensar el pasado de una manera que permita interrogarlo y al mismo tiempo utilzarlo, es decir, ponerlo al servicio de los fenómenos del presente.

Hay que pensar la violencia política de los años 70 a la luz de cuáles son las violencias políticas que existen en el mundo actual. Entonces lo que hay que evaluar es cuáles son las continuidades y las rupturas entre estas dos dimensiones, porque una ilumina a la obra.

- T: De qué manera se visibiliza la violencia hoy que a diferencia de los 70 ya no subsisten aquellas violencias que se opondrían al Estado sino las inherentes a la institucionalidad?
- C: Con los llamados tránsitos a la democracia, vuelve a aparecer esta idea de que el Estado tiene el monopolio de la violencia legítima, o sea, que cualquier violencia que no provenga del Estado es ilegítima.

En el mundo actual, cualquier violencia que no provenga del Estado es tildada automáticamente de "terrorista". Y eso es uno de los asuntos que vale la pena discutir.

Desde mi punto de vista, en el mundo actual se dan una enorme cantidad de violencias: estatales, privadas -en muchos casos protegidas por instancias estatales- pero también violencias resistentes que operan de una manera diferente a las de los 70 pero que requieren de ciertas prácticas violentas para detener todas esas violencias protegidas por el Estado que atentan contra sectores importantes de la sociedad civil. Ese es el ángulo desde el que hay que abordar hoy la relación entre política y violencia.

- T: ¿Cómo arbitra la ética esta relación actual entre política y violencia?
- C: Trato de decir en este libro que la política es, por un lado, inseparable de la violencia, en el sentido de que en la medida en que hablamos de sociedades donde hay relaciones de dominación, la violencia es consustancial a este fenómeno. Si desconocemos la existencia de esta violencia, generamos una invisibilización de esta relación.

Por otro lado, la política es inseparable de la ética. Podríamos decir que la violencia la tensa en el sentido de la dominación y la ética la tensa en el sentido de la justicia. Creo que el componente ético por excelencia de la política es la búsqueda de la justicia.

Estos dos elementos tensan a la política y por el contrario el desconocimiento de cualquiera de las dos seca a la política. Si desconozco el componente ético, hago de la política una cuestión de pura dominación instrumental.

- T: ¿Cómo se relee el concepto de militancia hoy que vuelve a ser tomada como una apuesta de vida por muchos jóvenes?
- C: Este es un fenómeno muy interesante que está ocurriendo en la Argentina. El hecho de que exista una militancia tan importante entre la juventud tiene que ver con la dignidad que ha recuperado la política.

No es un fenómeno demasiado extendido, hasta me atrevería a decir que en pocas sociedades hay un proceso de estas características y me parece que es muy interesante en el caso de la Argentina, donde se da aquello que podríamos definir como una redignificación de la política y una reinserción de los sectores jóvenes en la militancia como apuesta de vida.

- T: El matiz distintivo es que esta militancia está muy imbricada con el poder y ya no transcurre en la clandestinidad como antes ¿Cómo gravita esta variable?
- C: La militancia de los 70 iba a contramano del Estado mientras que la actual va acompañando al gobierno actual. Son militancias de carácter muy diferentes pero en los dos casos lo que tenemos es una reivindicación y una apuesta a la política.

Lo que está en el centro del asunto es retomar el interés por la cosa pública, el debate y la participación, elementos que son extraordinariamente importantes para el mundo actual, donde la tendencia del modelo global es inversa y lleva al aislamiento, a la individualización extrema y a la retracción en el espacio privado.

- T: ¿Qué pasa cuando aquellas generaciones que en algún momento increpaban al poder político un día se convierten en ese poder? ¿Se puede pensar este fenómeno en relación con las vanguardias artísticas, cuya potencia subversiva e interpeladora se diluye una vez que son institucionalizadas?
- C: No es lo mismo una vanguardia artística que un grupo político, pero ciertamente ser parte del poder te lleva a una serie de fenómenos de burocratización que se generan a partir de una posición de poder, aunque no necesariamente hay que pensar que eso aniquila el sentido la política.
El tener una función de gobierno no hace que un grupo político desvirtúe sus objetivos. Puede haber transformaciones, pero es no implica una tergiversación.

Fuente: Télam

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