Catamarca
Viernes 26 de Abril de 2024
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Una obra que derriba fronteras entre el arte y sus interlocutores

Destinado a aquellos que sienten expulsados de los alcances de la creación artística, en especial de las implicancias indescifrables que irrumpen en las producciones abstractas y contemporáneas, el crítico inglés Will Gompertz escribió "Qué estás mirando. 150 años de arte moderno" un libro que apuesta a volver legibles las formulaciones encerradas en una obra de arte.
El arte es portador de sentido y disparador de emociones, instancias que el circuito canónico se ha empeñado en compartir con un número restringido de actores sociales para transformarlo en una propuesta elitista que transcurre en museos y galerías a la vez que se presenta escindida de la vida cotidiana y del espectador casual o aficionado.

¿Qué es el arte moderno? ¿Cuándo una pieza alcanza el status de obra de arte? ¿Por qué es siempre tan exageradamente caro? Interrogantes como éstos articulan el trabajo de Gompetz, director de Arte de la BBC, ex director de Comunicación de la Tate Gallery de Londres y uno de los mayores expertos del mundo.

La obra, publicada por el sello Taurus, se plantea como un desenfadado catálogo que barre los estilos, movimientos y tendencias del arte del último siglo y medio, desde los impresionistas franceses del siglo XIX hasta las últimas producciones de artistas como Damien Hirst o Ai Weiwei.

En su afán de sonar comprensible, Gompertz recrea conversaciones entre los artistas y no le teme a las asociaciones impensadas que establece entre los baluartes de las vanguardias del siglo XX y estrellas posmodernas de la talla de Beyoncé, Madonna, los Simpsons o las Spice Girls.

"Mi intención ha sido llevar al lector al lugar en el que se produce la obra de arte, que con los ojos del siglo XXI, se pueda asistir desde primera fila en la representación de lo que ocurrió. Me fascina la gente. No hay nadie en el mundo que no me interese. Si yo me adentro en la vida de los artistas, creo que puedo contagiar ese entusiasmo a los amantes del arte", señala el autor.

En su informal pero riguroso recorrido, Gompertz colorea con anécdotas sus explicaciones acerca de la genialidad de creadores como Jason Pollock o Paul Cézanne y explica, entre otras cuestiones, por qué el francés Marcel Duchamp cambió el curso de la historia a partir de un urinario desplazado de su circulación habitual y elevado al status de objeto artístico.

De hecho, las producciones de Duchamp atraviesan la evolución del arte a lo largo del siglo XX y han inspirado el dadaísmo, el surrealismo, el arte conceptual, el posmodernismo y hasta el street art, impulsado por un grupo de artistas callejeros que convirtieron en lienzos gigantescos las paredes de algunos edificios de Nueva York o el muro de Berlín en los 80.

Con su audaz iniciativa de presentar el urinario en un contexto destinado al arte, el creador francés quebró simultáneamente la relación clásica establecida entre el artista y el público, le otorgó al artista la potestad de definir qué es arte y pulverizó las convenciones renacentistas que habían imperado durante siglos.

Según Gompertz, fueron los impresionistas quienes encabezaron la revolución del arte moderno: frente a los pintores académicos del momento, los impresionistas decidieron salir de sus atelier para retratar los episodios y los personajes de la vida cotidiana y el bullicio de aquel París del siglo XIX que entraba en la modernidad, pero ya no con trazo perfecto sino con pinceladas urgentes y vagas.

Los impresionistas y sus herederos (Van Gogh, Gauguin, Seurat, Cézanne) jerarquizaron los efectos de la luz antes que los detalles y delinearon temas y personajes inéditos hasta entonces fuera de los cánones del arte, pero por sobre todo sentaron las bases para la formulación revolucionaria de Duchamp.

Más adelante, Gompertz aborda otro hito revolucionario en la historia del arte moderno: la irrupción de Pablo Picasso y su encuentro con el arte africano que inspiró el surgimiento de una obra crucial como "Las señoritas de Avignon", la obra más influyente de la historia, según define el crítico.

El cuadro desencadenó, años después, el cubismo, el futurismo y otras manifestaciones del arte abstracto, que el autor define como aquel que no imita ni pretende representar ningún motivo físico real (como una casa o un perro).

Con su poder de esclarecimiento, Gompertz analiza en el libro los aportes de íconos del abstracto como Wassily Kandinsky, Kasimir Malevitch y Piet Mondrian, al tiempo que se interna en la lógica de movimientos como la Bauhaus, el dadaísmo y el surrealismo ("el único movimiento del cual la mayoría de nosotros creemos tener un grado razonable de conocimiento"), el expresionismo abstracto, el arte conceptual y el minimalismo, entre otros.

Exponente de obras inteligibles para el espectador no ilustrado, creadores como Pollock, Mark Rothko, Max Ernst, André Breton, Man Ray, Joan Miró, Edward Hopper, Jasper Johns, Marina Abramovic, Yves Klein, Cindy Sherman y Ai Weiwei circulan por el ensayo como personajes de un mundo que Gompertz aborda con respeto, fascinación y, sobre todo, claridad.

"El arte es como un juego. Todo lo que se necesita saber son las reglas básicas para que el que antes estaba desconcertado comience a entender algo. A pesar de que el arte conceptual tienda a ser visto como la regla del fuera de juego del arte moderno (esa que nadie puede llegar a comprender o explicar con una taza de café delante), es sorprendentemente sencillo", ilustra el autor.

El mercado de arte es uno de los blancos favoritos del ensayista: "El negocio ha seguido creciendo de una manera enloquecida. Antes, el escenario se reducía a Estados Unidos y a Europa. Pero ahora está China, India, Sudamérica y en el horizonte avanzan Rusia y África. Ya no hay clase media en este negocio. Quedan las enormes superficies y los pequeños artesanos. Esta situación no es buena para el arte", dispara.

Gompertz reconoce que el arte se ha convertido en un bien de consumo y los artistas en marcas equiparables con estrellas de cine, pero también sostiene que muchas de las obras que se producen actualmente no superarán la prueba del tiempo, pero, del mismo modo, habrá muchas que han pasado desapercibidas que algún día serán consideradas obras maestras.

Fuente: Télam

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