Catamarca
Jueves 25 de Abril de 2024
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“Yo prefiero que me falte cualquier cosa menos un capullo de lana en las manos”

La Feria Artesanal de la Fiesta Nacional e Internacional del Poncho, ofrece muchas historias, en su mayoría se parecen bastante, historias de tradiciones, herencias y familias que se entreguen como los ponchos o la cestería que se ofrece y que tienen a veces muchos más años que la propia fiesta.
(DIARIOC, 19/07/2013) Pero dentro de todas estas historias, uno no deja de sorprenderse por algunas que llaman la atención de todos y que tienen profundas raíces, no tan solo con la fiesta sino también con la historia personal de sus protagonistas; historias de superación personal y de profundo agradecimiento a lo que la artesanía les dio.

Doña Segunda Delgado es una artesana de 85 años que siente y vive la Fiesta del Poncho, como propia, pero además como un bálsamo para seguir adelante, para continuar viva y tejiendo esperanzas a pesar de su larga vida, vivida como pocas y sentida como ninguna.

Segunda viene a la fiesta de todos, desde hace 22 años aproximadamente, como nos comentaba con una lucidez digna de una adolescente.

Para comenzar una amena charla le preguntamos, sobre cómo le está yendo en esta edición de la Fiesta de todos y nos dijo: “Y bueno diré que bien, por lo menos estamos bien de salud, aunque la venta esta medio regular, pero como faltan algunos días, esperamos que nos vaya mejor”.

“Hace 22 años que vengo, es la única feria que hago; yo hago lo que se y lo que puedo, tengo más voluntad que la fuerza por que ya; la emoción y la fuerza que la virgen me ha dado todo, hasta me jubile como ama de casa, con aporte y todo lo que me ha dado el telar”, nos comentó una agradecida artesana de la ciudad de Belén.

En cuanto a sus comienzos con este noble oficio, y que según ella le dio todo lo que tiene, hasta su jubilación nos contó: “a los 13 comencé a tejer, porque a mí nadie me ha enseñado, yo he nacido con este don que seguro nuestro señor me ha dado, yo he nacido para tejer y así lo vengo haciendo desde hace muchos años”.

“Yo tejo en un telar de cuatro horcones y pisadera; todo lo hago yo, ponchos, ruanas, bolsitos, todo de lana y oveja, y todas cosas de ahora; si yo me pongo a hilar, torcer y tejer, más o menos me lleva una semana, con todo el proceso hacer un poncho de los grandes”, nos contaba con una lucidez digna de una adolescente Doña Segunda.

La historia de Doña Dominga es muy interesante, pero quizás el dato más llamativo es que de los diez hijos que tuvo en la vida, ninguno, ni siquiera sus hijas, continúan con la tradición: “ellas ven el telar y le huyen, solo a una le gusta hilar y a tejer algunas cosas, pero las otras no”.

“Yo digo que Dios me ha ayudado para poder comprar un terreno y construir mi casa y todo lo que gano le pongo mi granito de arena y a mis hijos les dejo una casa, porque es para ellos y todo me lo ha dado el telar”, decía una emocionada Segunda y continuaba, “por ahí mis hijas me dicen que ya no teja más, yo prefiero que me falte cualquier otra cosa y no un capullo de lana en las manos”.

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