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Viernes 02 de Mayo de 2025
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Costa Atlántica, la naturaleza que debe ser cuidada

Las playas y dunas de la costa atlántica bonaerense, imponente escenario natural que disfrutan millones de veraneantes, tienen riqueza de fauna y flora de la región pampeana e importantes sistemas de agua dulce que deben ser cuidados como recursos ambientales.
"En el tramo que va desde Punta Rasa hasta Bahía Blanca las dunas costeras ofrecen una buena muestra del ensamble faunístico y florístico de la región pampeana, con el agregado de que algunas especies han evolucionado en íntima asociación con los ambientes arenosos", afirma Cintia Celsi, integrante del Proyecto Costas Bonaerenses de la Fundación de Historia Natural Félix de Azara.

Celsi, junto a Ana Monserrat, es autora del estudio "Estrategias de conservación y manejo de los ecosistemas costero-marinos de la Provincia de Buenos Aires".

El acelerado proceso de transformación al que los ambientes costeros están siendo sujetos desde mediados del 1900, provocó pérdida de biodiversidad, fragmentación y reducción de hábitats disponibles para la fauna y flora autóctonas, alteración de la dinámica costera y degradación en la calidad paisajística.

La expansión urbanística, la construcción de rutas, la extracción de arena y la forestación son los principales causantes de estas transformaciones, por lo que "conservar las porciones que aún permanecen poco alteradas del paisaje de dunas y playas en la costa pampeana, impone un reto al que debemos hacer frente con la mayor prioridad", plantea Celsi.

Aunque la costa pareciera un recurso inagotable, las acciones del hombre son fundamentales para no vulnerar la propia dinámica del ecosistema en el que ocurren procesos irreemplazables de los que dependen plantas y animales, algunos de ellos adaptados a condiciones de vida muy particulares, advierte la investigadora.

Con altos acantilados o amplias planicies de inundación de suave pendiente, la costa bonaerense se extiende paralela al océano atlántico a lo largo de más de 1.000 kilómetros en los que los paisajes, rasgos geológicos, condiciones climáticas y composición biológica, experimentan variaciones, graduales o abruptas.

Según Celsi, "un sistema de dunas costeras en buen estado de conservación es una fuente invaluable de servicios ambientales".

Es que entendidas como enormes reservorios de arena, la cual es progresivamente acumulada por los vientos, las dunas ofrecen una defensa natural frente a los eventos erosivos del mar, amortiguan el embate del oleaje durante las tormentas y protegen a los terrenos aledaños de la inundación.

"En aquellas localidades donde las dunas han sido removidas por el hombre, incluso al punto de hacerlas desaparecer por completo, las consecuencias han sido nefastas, con edificaciones que se han venido abajo por la acción marina, playas rellenas con escombros y otros resultados no deseables de la intervención humana no planificada sobre la costa", sostiene Celsi.

Playas y dunas son partes inseparables del mismo sistema, y el volumen de arena que las conforma "actúa como un filtro, captando y almacenando en profundidad el agua de lluvia, de la cual se abastecen turistas y residentes que hacen uso de las localidades balnearias".

Además, los ecosistemas de dunas y playas son el hábitat para una gran diversidad de plantas y animales nativos, como la lagartija de las dunas, el tuco-tuco y el senecio, un arbusto de follaje grisáceo de unos 70 centímetros de altura.

Por ese paisaje merodean zorros, hurones, zorrinos, felinos silvestres, peludos y mulitas, culebras y anfibios y gran variedad de aves como el ´federal´, el ´pecho amarillo´, el ´espinero pecho manchado´ y espartilleros, que se guarecen en cortaderas y juncales para la reproducción y alimentación.

Lo mismo que ñandúes, aves rapaces como el gavilán planeador, el milano blanco, el imponente halcón peregrino y una variedad de patos que le dan vida a las ondulantes dunas.

"Recorrer un campo de dunas en estado ´silvestre´ permitirá reconocer cerca de 100 especies de plantas distintas, algunas de ellas como la ´espartina´, altamente adaptada para la vida en ambientes tan extremos como una playa marina", expone Celsi.

Eso lo sabe quien haya visitado la bella reserva natural del Faro Querandí, a unos 30 kilómetros por arena desde Villa Gesell, que sorprende al viajero con lagunas dulces a metros apenas de las olas, en las que abreva la fauna de una región de dunas y playas que constituyen la postal de la costa marina de Buenos Aires.



Fuente: Télam

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