Catamarca
Lunes 03 de Junio de 2024
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Strand: "La única forma de vivir es no morirse"

En "Me va a encantar el siglo XXI", el poeta canadiense Mark Strand pone en juego su pericia retórica para construir un espacio donde los trabajos y los días de los vivientes se hacen extraños, a imagen y semejanza de una naturaleza interferida por los artefactos de la cultura, sus piezas alienantes y su luz cenital.


"Hicimos lo que se nos dio la gana./Nos libramos de sueños, prefiriendo la industria pesada de cada uno,/y le abrimos las puertas al dolor y al hábito imposible de quebrar lo bautizamos `ruina`".//, escribe en "Llegar a esto", uno de los textos clave de este libro, publicado por las Ediciones Gog&Magog, y traducido por Ezequiel Zaidenwerg.

"Ahora estamos acá./Está lista la cena y no podemos comer./La carne está apoyada sobre ese lago blanco que es el plato./El vino espera.//Llegar a esto tiene sus recompensas: nada se nos promete y nada se nos quita./Y no tenemos corazón ni nada que nos salve, ningún lugar adonde ir, ni tampoco razón para quedarnos".

Strand nació en Isla Prince Edward en 1934 pero su familia se trasladó a los Estados Unidos cuando el futuro escritor era un niño. Parte de su vida la pasó en Nueva York, pero desde hace un tiempo vive en el oeste de la Unión.

Como muchos de sus compatriotas (Neil Young, Joni Mitchell, Brad Mehldau, Jackson Browne, Michael McClure, Diana Krall, Levon Helm, Robbie Robertson), en los textos del poeta se respira un aire casi nostálgico por la tierra abandonada. Así como otro alegre por la tierra bienvenida.

"¿Qué fue de aquellas casas en el barrio, inundadas por una luz de plata, de los chicos agachados entre los arbustos, observando a los grandes en busca de señales de rendición, señales de que el irregular placer de desplazarse de un día al otro, de estar a la deriva en la marea del deber, ha seguido su cauce natural?", se pregunta Strand.

Y responde: "Pedres, confiésenles a sus hijitos que la noche está muy lejos y que a ustedes les gusta mucho lo mundano cada vez más; explíquenles que ha comenzado apenas su culto a las tareas del hogar".

En ese nuevo hogar, toma posición: "Yo soy un poeta más preocupado por la escritura que por la propia imagen, y más por la vida que por la repercusión pública. Yo me veo como un ser humano normal que escribe poesía, y no como un poeta al que le sucede que tiene que comer tres veces al día".

Y también, "la poesía no es el medio adecuado para combatir la irresponsabilidad de los grandes empresarios ni de los aparatos estatales", ha dicho, traficando entrelíneas una crítica a la beat generation, a la cual Strand poco o nada debe.

La poesía de este hombre alto, sobrio, discreto, parco, reconoce la influencia del surrealismo, una "escuela" que hoy casi nadie reivindica.

"Hay varios grupos o tendencias que nunca son matemáticos, sino más bien aproximados. El primero es el de los neorrománticos, que escriben de la naturaleza, como si la naturaleza existiera, como si fuera posible escapar de la civilización... Estos poetas creen que el hombre deja mucho qué desear, pero que los árboles o los animales pueden enseñarnos cómo vivir", dice.

Strand escribe sobre sí mismo, sus percepciones, su autopercepción, su extrañada presencia en el mundo y también su elección vital: escribir por la mañana y Jack Daniel`s por la noche.

"Creo que he creado un mito de mí mismo que no es yo mismo, y que aunque tiene elementos de mi propia vida, está generalizado: en consecuencia, otros pueden sentir como propio este personaje". ¿Y quiénes serían esos otros? Sus colegas Charles Simic y Charles Wrigth, apátridas geográficos y políticos.

"Está todo en la mente, vos decís, y no guarda ninguna relación con la felicidad. Pueden venir el frío o el calor, pero la mente tiene todo el tiempo del mundo", escribe.

"Vos me tomás del brazo y me decís que algo está por pasar, algo insólito, para lo que siempre estuvimos preparados, igual que el sol que llega después de un día en Asia, o la luna que parte tras pasar una noche con nosotros", continúa.

Frente al sentimiento de que los Estados Unidos están siendo envenenados por los residuos industriales y la insidiosa garra de la administración industrial, Strand cree que los poetas tienen tres posibilidades a mano: escribir ensayos, cartas a los diarios o desenfundar los fusiles, esto dicho con toda la ironía de un canadiense libertario.


Fuente: Télam


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