"Tengo mucha confianza, generalmente, en el FBI", dijo Obama, quien agregó que ese organismo investigativo federal no dio ninguna notificación por adelantado a la Casa Blanca sobre su pesquisa, y que de haber sido así ahora podría tener que enfrentar preguntas sobre por qué interfirió en una investigación criminal.
La pesquisa que terminó en la renuncia de Petraeus comenzó a mitad del corriente año, pero la Casa Blanca no supo de ella hasta el día después de los comicios generales del 6 de noviembre, en los que el demócrata Obama, de 51 años, logró su reelección.
Dos días después, Petraeus renunció luego de reconocer que tuvo una relación extramatrimonial con su biógrafa, Paula Broadwell.
Mientras Obama hablaba, legisladores se reunieron en el Congreso con funcionarios del FBI y la CIA para preguntarles las dos mismas cosas sobre las que los periodistas consultaron al presidente: si la seguridad nacional estuvo en peligro en algún momento y por qué el Capitolio y la Casa Blanca no supieron antes de la pesquisa.
El director del FBI, Robert Mueller, y el vicedirector del organismo, Sean Joyce, se reunieron, en encuentros separados, con los miembros de la Comisión de Inteligencia del Senado y de la Comisión de Inteligencia de la Cámara de Representantes.
El director en funciones de la CIA, Michael Morell, también se entrevistó con los integrantes de la Comisión de Inteligencia de la cámara baja, luego de haberse reunido con senadores.
Los legisladores estaban preocupados por informes de que Broadwell tenía información clasificada en su computadora personal, aunque el FBI afirmó que no hubo una falla de seguridad.
Obama, por su parte, dijo no tener "ninguna evidencia hasta este momento, por lo que he visto, de que se haya revelado información clasificada que de alguna manera hubiese tenido un impacto negativo en nuestra seguridad nacional", informó la cadena de noticias CNN.
Desde que se conoció el escándalo, funcionarios estadounidenses citados por varios medios dijeron que Broadwell envió e-mails anónimos y agresivos a una mujer a la que percibía como una competidora por los sentimientos de Petraeus.
Esta mujer, Jill Kelley, a su vez intercambió mensajes insinuantes con el comandante en jefe de las tropas aliadas en Afganistán, el general estadounidense John Allen, en una posible evidencia de otra relación inapropiada.
Las denuncias de Kelley sobre los e-mails amenazantes de Broadwell dispararon la investigación del FBI que derivó en la dimisión del director de la CIA y en otra pesquisa sobre las comunicaciones entre ella y Allen.
La presidenta de la Comisión de Inteligencia del Senado, la demócrata Dianne Feinstein, fue consultada por periodistas sobre si la seguridad nacional estuvo en peligro por el caso Petraeus y dijo que no había visto "ninguna evidencia hasta este momento".
Feinstein dijo que Petraeus testificará pronto ante el Congreso pero no por el escándalo que lo tiene como protagonista, sino para hablar del ataque contra el consulado estadounidense en Bengazi del 11 de septiembre pasado, en el que fueron asesinados el embajador y otros tres norteamericanos.
Allen recibió la ratificación como jefe de las fuerzas estadounidenses y de la OTAN en Afganistán y para asesorar a la Casa Blanca en las discusiones sobre cuántas tropas será necesario dejar estacionadas en ese país -y con qué misión- luego del fin de las operaciones de combate, acordado para fines de 2014.
Sin embargo, Obama sí ordenó que se suspenda la nominación de Allen como próximo jefe de la Comandancia Europea estadounidense y como jefe del Comando Supremo de la OTAN.
El presidente respondió así a un pedido del secretario de Defensa de su país, Leon Panetta, quien quiere que el Pentágono complete una investigación sobre los e-mails y otras comunicaciones entre Allen y Kelley antes de decidir si se mantiene o no la nominación del general para ser promovido a esos dos puestos.
El secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, dijo hoy que tiene "plena confianza" en Allen y que espera con ansias trabajar con él si llegara a ser confirmado en última instancia.
El FBI giró toda su información sobre Allen al Pentágono luego concluir que el general no cometió ningún crimen federal, informó hoy CNN.
El adulterio, sin embargo, es delito según la ley que establece las reglas de funcionamiento del gobierno y las Fuerzas Armadas, la Uniform Code of Military Justice.
Allen, de 58 años, se reunió con el comandante del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas, general Martin Dempsey, y le dijo que no incurrió en ninguna inconducta, seguró el vocero de Dempsey, coronel David Lapan.
En conferencia de prensa en Perth, Australia, el secretario Panetta pidió no sacar conclusiones apresuradas sobre Allen.
"Ciertamente tiene mi confianza para dirigir nuestras fuerzas y continuar la lucha", señaló.
Fuente: Télam