Catamarca
Viernes 26 de Abril de 2024
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El decágolo del campeón de América

En orden impreciso, pero en todo caso en el afán de hacer justicia con las herramientas que saltaron a la vista, las ineludibles, he aquí un hipotético decálogo de las virtudes del flamante rey del continente:

Uno: Marcelo Gallardo.
Es cierto que los entrenadores no hacen ni evitan los goles, pero no menos cierto se revela que el que acaba de coronar es un equipo de autor, un equipo con los modos y la impronta de un joven que sin necesidad de enrolarse en ninguna corriente en particular se sintió inspirado en más de cuatro huellas para al cabo macerar la propia.
De muñeco, sólo el apodo. Gallardo declinó atarse a las fantasmagorías del paladar negro y de tal o cual sistema, resistió la marea baja, metió mano aquí y allá y, clarito que se vio, pergeñó un equipo baqueano, dúctil, templado, convencido y convencedor.

Dos: Oficio copero.
De la mano de Gallardo, y desde la Sudamericana de 2014, River se hizo fuerte en los play off, en los cara a cara, en los llamados partidos de 180 minutos, con una gran defensa, con solvencia en la fricción (incluso a veces al filo del reglamento) y una admirable lucidez para capitalizar las debilidades adversarias y la eficiencia propia.

Tres: Saber registrar los guiños del destino.
River llegó al último partido de la fase de grupos al borde de la eliminación y sobrevivió, llegó a la Bombonera con una exigua ventaja de 1-0 y llegó al Mineirao después de haber perdido en el Monumental: cada momento de zozobra no sólo no lo derrumbó, más bien tuvo el sabor de la espinaca para Popeye El Marino y, ya que estamos con metáforas navales, como buenos navegantes Gallardo y sus jugadores de River confiaron en las señales, en los instrumentos y en las estrellas.

Cuatro: Una dosis de azar.
Jamás sabremos qué hubiera pasado si en la Bombonera se jugaba el segundo tiempo. Sí sabemos que la disparatada decisión del tristemente célebre Panadero facilitó la venia reglamentaria y el pase a cuartos de final, pero al tiempo resultó una notable contribución en términos de ahorro de oxígeno, de piernas y de tensión. El azar también jugó para River.

Cinco: La Vitamina de Belo Horizonte.
Contra un Cruzeiro empobrecido, pero Cruzeiro al fin, contra las sogas, contra los fantasmas históricos de nunca antes haber eliminado al Azulao, aparecieron virtudes hasta entonces en clave de stand by: una fecunda presión en el campo rival, fluidez, goles: pasta de gran candidato a llevarse la Copa.

Seis: Leonardo Ponzio y Matías Kranevitter.
Buena parte del crecimiento de River en los indicadores de la presencia en el medio campo, de la intensidad, de la capacidad de quite y de pase seguro al compañero; en definitiva, buena parte de ese porte de equipo dueño del sabroso cóctel de la cabeza fría y el corazón caliente derivó de un refundado Leonardo Ponzio y un consolidado Matías Kranevitter. El doble 5 aprobó con 10.

Siete: Jonathan Maidana.
Extraordinaria Copa del muchacho surgido en las divisiones menores de Los Andes, eso en general y en particular cuando tuvo que encargarse del francés André-Pierre Guignac.
Maidana consta hoy entre los mejores defensores argentinos, incluidos los que juegan en Europa y que, es cosa bien sabida, gozan de una mejor prensa.

Ocho: Marcelo Barovero.
No fue decisivo por atajar penales, ni siquiera fue decisivo en el partido del desenlace de la Copa, pero con Boca, con Cruzeiro, con Guaraní y en el partido de ida con Tigres sacó chapa de lo que en realidad es: un sobrio, rendidor, cumplidor, tranquilizador arquero de club grande.

Nueve: Los héroes providenciales.
No hay campeón que no sea iluminado por la diosa fortuna. No hay campeón que no sea capaz de exhibir una profusa galería de héroes providenciales: amén de la sabia batuta de Gallardo, amén de lo que destacaron Ponzio, Kranevitter, Maidana, Barovero, en el flamante River campeón aportaron en tiempo y forma, al modo de un hito virtuoso, Carlos Sánchez, Rodrigo Mora, Teófilo Gutiérrez, Gabriel Mercado, Tabaré Viudez, Lionel Vangioni, Ramiro Funes Mori y, desde luego, Lucas Alario, de Tostado al Paraíso.

Diez: El orden institucional.
Este River en la cresta de la ola no es un rocambolesco producido de un plato volador. Es también, o antes que otra cosa, el producido de un orden institucional, por lo menos de una superadora amalgama de los no tan lejos desquicios de la gestión de Daniel Passarella.

Fuente: Télam

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