La ausencia de Lionel Messi, sensible para cualquier equipo tenga el lujo de disponerlo en su plantel, ofrecía la oportunidad de consolidar esa convicción futbolística y llevarla a cabo sin el líder para realzar el valor colectivo de la selección.
Ecuador, un equipo históricamente desapegado al rigor táctico de otros seleccionados sudamericanos, suponía un rival propicio para el lucimiento argentino, más allá de la contingencia del resultado.
Pero desde el pitazo inicial marcado por el chileno Julio Bascuñán, Argentina se desenvolvió como híbrido, al que ni siquiera pudo contagiar "el jugador del pueblo", Carlos Tevez, que comenzó en el banco de suplentes e ingresó a los 24 minutos del primer tiempo en reemplazo del lesionado Sergio Agüero.
Permeable en defensa, náufrago en el medio y desorientado en ataque. Esa fue la fisonomía de un equipo sorprendido por la buena tenencia del balón del rival y sin respuestas para fijar las condiciones del partido.
Sin el genio, Messi, capaz de cambiar el rumbo del partido en una acción individual, el seleccionado asumía el desafío de compensar esa carencia con la asociación de sus buenos jugadores de mitad de cancha hacia adelante.
Pero si algo le faltó en el reencuentro con los hinchas argentinos desde la despedida para el Mundial Brasil 2014, fue dialogo entre los creativos e ingenio para generar situaciones de gol en el arco rival. Le faltó fútbol, en definitiva.
Los ecuatorianos, en un acierto táctico de su entrenador, el argentino Gustavo Quinteros, ejercieron una eficaz presión sobre Javier Mascherano y, con ello, bloquearon la línea del primer pase en los intentos de elaboración de cada jugada.
Entonces, al equipo de Martino le costó muchísimo la circulación clara del balón y el adelantamiento en bloque de sus líneas, por lo que sus delanteros se vieron tentados a resolver individualmente en la mayoría de los casos.
El cuadro se agravó por la escasa proyección de los laterales para generar superioridad numérica en ofensiva, por la desconexión del cordobés Javier Pastore y el insuficiente aporte de Biglia, esta vez, más ocupado del equilibrio y sin ser salida como en otras ocasiones.
Frente a ese escenario, resultó estéril el vértigo de Ángel Di María, la frescura de Ángel Correa (debutó oficialmente con la camiseta argentina), lo poco de Agüero y la voluntad de Tevez, que jugó en la posición que lo prefiere el técnico, de centrodelantero, bastante divorciado del resto del equipo.
En suma, "La Idea" del ´Tata´, esa pretensión 'barcelonezca' que pretende instaurar en la selección camino a Rusia 2018 quedó entre dos gigantes signos de interrogación como ocurrió la tarde del 4 de julio en Santiago de Chile, cuando el equipo, en otra actuación desabrida, perdió por penales la final de la Copa América.
Fuente: Télam
