Los automovilistas, para nada sorprendidos por tener que modificar su rumbo camino al estadio, hacían sonar sus bocinas desde temprano. Los que se apasionan con Boca, felices; los otros, los fanáticos de otros colores, lo hacían por precaución ante la locura general. Curiosos eran todos en la ciudad, que anoche se vio ataviada con los colores del último campeón. Grandes y chicos, mujeres y ancianos se mezclaron en la locura. Una jornada única y mágica los convocaba y movilizaba. Incluso a los que no tenían entradas, que subieron la ladera del cerro contiguo al estadio para seguir el encuentro. Y se calcula que unos 5000 fanáticos lo vieron desde las alturas.
Faltaba poco más de media hora y la gente de Boca se atrevía a gritar fuerte, a sonreír más distendida, a agitar sus banderas, a saltar en sus lugares, y a no preocuparse por el próximo rival en la Copa Argentina, que a esa hora ya era Rosario Central. Se tiñen las tribunas de azul y oro y se grita por Boca. Comienza el partido tan esperado. Se multiplican los brazos de los hinchas que no escatiman esfuerzo para revolear cualquier cosa que tengan a mano. Se disfrutan las pisadas de Chávez, la colorida cancha, la presencia de Mouche, las atajadas de Sosa del final…Y la pasión desborda todos los sectores del Bicentenario de Catamarca.
El pueblo boquense estuvo representado en el Norte argentino por unas 17.000 personas. Sanguíneas y fervorosas, con las gargantas intactas para continuar la euforia que comenzó desde el mismo momento que Boca llegó a esta ciudad y que continuaron en el frío post-partido. Con el delirio de haber sido participe de la clasificación a los cuartos de final. Con saltos, cantos, banderas y bombos, la pasión xeneize comenzó horas antes de caer el sol y finalizó allá por la madrugada. copaargentina.org