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Sabado 04 de Mayo de 2024
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Bennett puede superar al histórico laborismo

El candidato israelí Neftalí Bennett no llega como favorito a las elecciones del próximo martes, pero sí con el potencial de superar al histórico laborismo y dar una sorpresa que según muchos podría transfigurar el rostro de Israel ante los ojos del mundo.
Para revivir al alicaído partido laborista, la periodista Shelly Yajimovich se alejó de la permanente angustia israelí por la seguridad y centró su campaña en las durísimas consecuencias económicas y sociales del neoliberalismo del actual premier Benjamin Netanyahu, gran favorito a obtener su reelección.

Si Yajimovich no logra así ubicarlo segundo, puede ocupar ese lugar el flamante partido Habait Hayehudí (La casa judía), de Bennett, un ultrarreligioso millonario de la computación, ex comando secreto, antiguo dirigente de asentamientos judíos y beligerante anexionista de Cisjordania.

Bennett, pese a su sanguíneo irredentismo religioso, cultiva una estudiada imagen de relajado vecino de suburbio próspero, y logró tender un puente entre los exitosos profesionales y empresarios de esas zonas residenciales costeras y los aguerridos asentamientos al tope de las colinas del oeste del Jordán.

Si sale segundo, será llevándose votos de descontentos con la alianza de Netanyahu y su canciller Avigdor Lieberman, y su partido puede llegar a presionarlos para imponer a la política israelí un nacionalismo religioso mucho más extremo y duro que todo lo visto hasta ahora.

Habait Hayehudí funda su reclamo territorial en la Biblia misma, novedad verdaderamente explosiva en la historia del sionismo, que aun en sus expresiones de derecha siempre fue un movimiento laico (el vienés Teodoro Hertzl, su fundador, era expresamente ateo).

El sionismo original solo planteaba la argumentación bíblica como un antecedente más, y de hecho Hertzl recién se convenció de que el Hogar Judío debía estar en Palestina cuando vio claramente que podía usar el relato bíblico en pro de sus objetivos (fundar ese estado), y no al revés.

La explosividad de la nueva forma de sionismo divino que hoy representa Bennett no radica solo en su radicalizada religiosidad territorial sino en que la propone como visión del futuro y no del pasado, en que es nacionalista y globalizadora al mismo tiempo.

Pero, como candidato, Bennett se sitúa lejos de la primera generación de ocupantes de los asentamientos en territorio palestino, que en general era fácil caricaturizar como una agria banda de fanáticos marginales, seguidores incomprendidos de una nueva camada de rabinos ígneos y violentos, como Meir Kahane.

Cultiva, de hecho, la imagen de un moderno empresario de la computación, reivindica su paso esforzado como "self-made man" en Estados Unidos y nunca deja de señalar que mientras vivió en Nueva York tratando de hacer sus millones, su esposa trabajaba cocinando creme brulee en diversos restaurantes de la Gran Manzana.

Pero tampoco oculta que sigue pensando -como cuando presidía el consejo comunal de Yesha, la más acérrima de las colonias judías de Cisjordania- que el Estado de Israel tiene que dejarse de rodeos, anexar de una buena vez la ribera occidental del Jordán (Cisjordania) y asumir que la paz con los árabes es imposible.

Y explica abiertamente que decidió ingresar a la vida política para salvar a la derecha extrema de la catástrofe que le representó el asesinato de Itzjak Rabin.

Sin bajar una sola bandera territorial, pero diferenciándose de ese crimen atroz, Bennett trata de colocarse -desde la derecha religiosa- como el continuador del espíritu pionero que impulsaba -desde una izquierda laica- a los colonos agrarios israelíes del período inicial de la colonización judía en Palestina.

Cambian los ejes ideológicos, según la visión que expresó en un reciente reportaje del New Yorker, pero la tarea es la misma, ganar terreno para el Estado judío. Para él los asentamientos son el equivalente a los viejos kibbutzim: el esqueleto de la consolidación definitiva de un Estado judío en Medio Oriente.

Si esta idea llega a cuajar en el conjunto de la población judía de Israel, es posible que se cumpla el indignado estallido reciente del periodista progresista Gideon Levy: "Que ganen de una buena vez, así el mundo termina de darnos la espalda y empieza a terminarse la ocupación".

En pocos días se develará la incógnita.

Fuente: Télam

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