El nivel del agua ha bajado en el norte y el centro del país, las zonas más afectadas al comienzo de la catástrofe. Sin embargo, las lluvias persistentes del monzón han hecho subir el nivel del Indo a niveles críticos cerca de su desembocadura, lo que ha forzado a huir en los últimos días a millones de habitantes de la provincia meridional de Sind.
"El jueves por la noche ordenamos a los habitantes de Tatta partir a zonas más seguras, porque el agua ha abierto una brecha en el pueblo de Faqir Jogoth", en el principal dique que protege la ciudad, explicó a la AFP Manzur Sheij, jefe de la administración local.
Este viernes por la mañana, los raudales de agua se colaban por la brecha, de veinte metros, inundando los campos de algodón y de caña de azúcar situados abajo y avanzando hacia Tatta, comprobaron periodistas de la AFP en Faqir Jogoth.
Miles de personas abandonaban la ciudad y se dirigían hacia el oeste y hacia Makli, a 5 km de Tatta, donde se ha improvisado un campo de refugiados en lo alto de una colina.
Por el momento, al menos el 70% de la población ha dejado la ciudad, según Manzur Sheij, y el ejército está intentando reparar el dique de Faqir Jogoth. "Si no lo consiguen, Tatta será inundada", advirtió el responsable local.
Más allá de la urgencia, Pakistán encara en los próximos meses o incluso años las consecuencias de la crisis humanitaria más grave de su historia. Las inundaciones cubrieron una quinta parte del país y afectaron a más de 17 millones de personas, según la ONU.
Unos 8 millones de damnificados, entre ellos 5 millones sin techo, necesitan ayuda urgentemente, según Naciones Unidas.
La ayuda internacional llega, pero según dijo el miércoles un alto responsable estadounidense, los talibanes se están preparando para atacar a los cooperantes extranjeros.
