El 11 de marzo es una fecha que quedó marcada con hierro candente en la conciencia japonesa. En todas partes en la costa nordeste a la que asoló el desastre, familias y comunidades recordaron juntos a las víctimas. Los monjes cantaron. Los supervivientes rezaron. Las madres colgaron figuras vistosas de papel que parecían aves en memoria de sus hijos que se perdieron.
Exactamente a las 14.46 horas, todos pararon sus actividades y observaron un minuto de silencio. El 11 de marzo cambió todo para ellos y su país.
El terremoto de magnitud 9 causó en Japón una devastación sin par desde la ocurrida en la II Guerra Mundial.
El tsunami posterior azotó el nordeste y arrasó poblados enteros. Las olas inundaron la planta nuclear Dai-ichi de Fukushima y desataron el peor accidente nuclear desde Chernóbil.
Unas 20.000 personas murieron o desaparecieron. Más de 800.000 casas fueron destruidas completa o parcialmente. El desastre arruinó empresas, caminos e infraestructura. La Sociedad de la Cruz Roja Japnesa calcula que unas 400.000 personas quedaron desplazadas.
Medio año después, hay señales materiales de progreso.
La mayoría de los escombros y otros restos fueron retirados o al menos acomodados en pilas enormes. En la ciudad portuaria de Kesennuma, fueron retirados muchos de los botes que el tsunami arrastró tierra adentro.
La mayoría de las personas desalojadas se han retirado de los gimnasios escolares, albergues temporales o apartamentos en los que se habían acomodado tras el desastre.
Fuente: 26noticias.com.ar