Con un tráfico endemoniado, la ciudad situada en la parte norte de la provincia de Gauteng siguió recibiendo hoy a ciudadanos sudafricanos que llegaban por todos los medios de transporte y desde los más diversos puntos del país.
Cualquier sacrificio es válido con tal de llegar hasta Mandela, cuyo cuerpo fue embalsamado y reposa en un féretro vestido con una de sus emblemáticas camisas batik marrón y amarilla de Indonesia.
Toda la zona fue cerrada al tráfico por el ejército para que la gente se acerque al féretro, cubierto con la bandera sudafricana, y vea por última vez el rostro del dirigente a través de una cubierta de vidrio y rodeado por cuatro guardias que rinden honores con las cabezas inclinadas.
Para un observador argentino, la imagen no puede ser más sorprendente: Pretoria está ocupada por una multitud ordenada y silente, triste pero no llorosa, imbuida en un homenaje tan profundo como silencioso.
No se ven grandes expresiones musicales de percusión, en las que son expertos los africanos, ni kioscos de comida al paso, ni grupos tratando de poner grandes pancartas en la línea de mira de los grandes medios.
Fuente: Télam