Si hay continuidad o no, lo decidirá el Tribunal de Disciplina de la Conmebol, con la prontitud necesaria a partir de que los cuartos de final se llevarán a cabo desde la semana próxima.
En el medio, conatos de agresión entre el presidente de River, Rodolfo D’Onofrio, con Rodolfo Arruabarrena y de este insultando a su colega Marcelo Gallardo, mientras Ramiro Funes Mori, Leonardo Ponzio, Matías Kranevitter y Leonel Vangioni mostraban sus espaldas enrojecidas y sus ojos extremadamente irritados.
Antes estuvo lo futbolístico, y en ese aspecto esos únicos primeros 45 minutos mostraron la peor versión de Boca, sin juego asociado, precisión y garra, y a la vez ratificaron la mejor de River, con solidez, despliegue y, principalmente, inteligencia.
Boca, ante la necesidad de revertir el 0-1 de la semana pasada en Núñez, salió a jugar con un 4-3-3, pero no tuvo ni tranquilidad ni claridad para exigir a una sobria última línea del equipo de Gallardo.
Después, el escándalo y lo antedicho. El presidente de River, Rodolfo D´Onofrio, y varios dirigentes del club ingresaron al campo de juego (algo lógico desde lo humano, pero fuera del reglamento) y fruto de eso se generó una discusión con Arruabarrena.
Frente al escándalo, también entraron a la cancha Juan Carlos Crespi, vicepresidente segundo de Boca, y otro directivos de la institución.
Y “la frutilla del postre” para que todo sea aún más vergonzoso fue la aparición de un “drone”, un artefacto tecnológico que vuela a control remoto, con un telar de la forma de un fantasma con la letra B -por el descenso de River en el 2012-, desde la tribuna baja.
La iniciación de la segunda etapa nunca se concretó.
El árbitro Darío Herrera había suspendido el partido. Ahora todo quedará en manos del tribunal disciplinario de la Conmebol.
Fuente: Télam