Había nacido en 1895, allá en Lobos, provincia de Buenos Aires, cuando el trabajador era aún un paria escarnecido y los vales de La Forestal empapelaban su dignidad. Fue un predestinado, un justiciero prudente y desbordado de templanza, el cerebro de un sistema que rompió con los moldes dependientes dominantes.
El vuelo del cóndor lo acompañó desde niño. En Lobos y la Patagonia, en el Norte y el Litoral, a lo largo y a lo ancho del país y del orbe, más tarde. Su voz inconfundible ya sonaba portentosa y predestinada en las juveniles aulas de sus estudios primeros.
Fue conductor, poeta, maestro, historiador, escritor y, fundamentalmente, amigo. Conversó de igual a igual con su pueblo, sin medias tintas ni reservas mentales, sin secretos ni engaños, de frente y con la verdad porque ésta, como recurrentemente recordaba, "habla sin artificios".
Había abandonado el vientre materno aquella mañana del 8 de octubre de 1895 para reivindicar a los humildes y dignificar la Nación. Fue un innovador, un manantial de ideas revolucionarias, un transformador de criterios esquematizados y un liberador de conciencias y espíritus.
Desde la cúspide bajó al llano para compartir el lodazal y fundirse en la miseria de su pueblo. Transformó la tristeza cotidiana en orgullo de haber nacido en esta tierra.
Convirtió un enclave colonial en una orgullosa Nación, industrializada e inmersa altivamente en el concierto mundial. Dio a manos llenas, generosamente. Planificó, construyó y legó toda una concepción ideológica y doctrinaria aún incomprendida por quienes sueñan con un país bananero y ahistórico.
Y un 1 de Julio de 1974, a las 13.15, rubricó eternamente su legado, su pensamiento aún vigente, sus consejos e instrucciones precisas e inconmovibles, su convocatoria a la unidad de todos y su llamado a vivir con el exclusivo fruto del trabajo argentino.
"El universo entero es una fábrica. Todo trabaja en él. Desde lo inanimado a lo animado. Animado ¿por qué? Por el trabajo. En esa mole inmensa de piedra sideral que es la montaña vive el trabajo infatigable, inmenso, que se esconde en su seno por los siglos.
"En el árbol ya muerto, sigue el trabajo silencioso, lento, para dar esa piedra del carbón, que puede culminar en el diamante a fuerza de trabajo y de milenios. Así se cierra el ciclo: desde la flor al árbol, del árbol al carbón, del carbón al diamante, que es la flor del esfuerzo continuado.(Télam)