El hecho ocurrió en la vivienda que compartía la víctima con su padre, Roberto Arnaldo Carrizo, de 47 años, en la localidad ubicada a 8 kilómetros de Bañado de Ovanta.
Todo comenzó cuando un vecino escuchó los gritos del padre pidiendo ayuda desde la casa, y al entrar encontró al hombre sobre el cuerpo de su hijo, que permanecía inmóvil y en medio de un gran charco de sangre.
Los policías observaron al llegar, al hombre junto al cuerpo de su hijo, y al lado un rifle calibre 22 largo.
Según explicó el padre, dos amigos suyos se habían retirado minutos antes, después de haber estado compartiendo bebidas, y fue en ese momento que su hijo se disparó en la cabeza, entre las 23 y 23.30 horas.
El cuerpo del joven fue trasladado al un lugar donde el forense Carlos Romero le practicó la autopsia y determinó que el disparo entró en la zona de parietal derecha.
Sago ordenó el secuestro del arma, que tenía seis proyectiles, para ser sometida a pericias balísticas.
Al padre del adolescente se le realizó un dermotest en busca de restos de pólvora en sus manos, y de esa manera establecer si el disparo fue efectuado por otra persona que no sea la víctima.
El padre del chico quedó demorado, puesto que es el único testigo de la dramática situación.