Marcelo vive en Famaillá junto a su esposa, una hija de 13 años, un nene de seis y una beba de dos. Él tiene 34, y si bien trabaja en la construcción desde los 14, hace dos años que se desempeña como "jefe de hormigón" en la empresa Perales Aguiar. Ese día viajaba en una camioneta Toyota Hilux, perteneciente a la firma, para supervisar una obra en la ruta 307. Marcelo cuenta que hacía ese trayecto, ida y vuelta, hasta cuatro o cinco veces por día. Pero esa vez la suerte no lo acompañó, o sí.
Faltaba poco para las 8.30. A esa hora debía encontrarse en "La Progresiva" con un topógrafo de la empresa. Con ese rumbo se movía por una curva conocida como "El fin del mundo", cuando lo sorprendió un auto que apareció de frente. "Vi que el chofer se cubrió la cara, entonces hice una maniobra para esquivarlo pero no pude controlar la camioneta y me fui hacia el costado, corrí como 40 metros y cuando logré estabilizar el vehículo y la rueda delantera quedó en el aire", recuerda. El rodado dio varios tumbos y cayó unos 50 metros. Un árbol lo atajó, era el único que había en toda la zona. Después vendría un precipicio de unos 200 metros. La camioneta quedó en posición vertical sobre una planta, ninguna de sus ruedas tocaban el piso. Marcelo estaba aterrorizado, el cinturón de seguridad le había quedado en la cadera y tenía su cabeza entre el parabrisas y el tablero. Cortes en el cráneo y en los brazos, y algunos golpes en las rodillas eran el único saldo de semejante accidente.
Como pudo, y con el corazón saliéndole del pecho, logró retirarse por la ventanilla del vehículo. Avanzó a duras penas unos 10 metros hasta que otra camioneta se detuvo en el camino y su conductor se bajó a observar la escena desde lejos. Era su compañero, el topógrafo con quien debió encontrarse minutos antes. Éste logró visualizarlo a través de uno de sus aparatos, llamado "estación total", y lo rescató con una cuerda. "Ahora él toma calmantes para dormir, quedó muy asustado", relata Viviana, su esposa. Ella agradece a Dios -el único en quien, ambos, creen- por tener a su marido en casa.
Premoniciones
En la familia todavía no se explican qué fue lo que sucedió. Según ella, los días previos al accidente habían sido totalmente inusuales para los Carrizo. Habían estado muy felices en una fiesta con sus seres queridos, habían compartido con sus hijos una tarde en el río y la mañana antes de salir Marcelo besó en la mejilla a cada uno de los chicos, que dormían. "Era como si se despidiera", se sorprende Viviana. Ahora, Marcelo revive en su cabeza el momento del impacto una y otra vez. Afirma que, como conocía bien el lugar, "estaba sabiendo que existía el riesgo de caer al precipicio".
"Pensaba que me iba a morir, todo el tiempo esperaba recibir el último golpe", repite con la mirada atónita. Lo único que se le vino a la mente durante el impacto fue su familia. Para él, ellos y su trabajo lo son todo. Por eso, mientras se recupera en su casa, espera con ansias la orden del médico para retornar a sus labores, aunque sabe que en adelante deberá ocupar algún otro puesto que requiera menor esfuerzo.
Fuente: lagaceta.com.ar