El aberrante asesinato fue perpetrado a las nueve de la mañana y la víctima fue identificada como Carlos Edmundo Rivero, de 67 años; en tanto, su verdugo resultó Dennis Javier Guardo, de 19, ambos con residencia en dos sectores ubicados en los extremos de Laprida.
El misterio y la ausencia de un móvil caracterizan a la investigación que es timoneada por el fiscal friense, Doctor Aníbal Padula, quien en la víspera participó en las pericias que finalizaron casi a las 19.
La antesala al horror fue una noche de alcohol y música para Guardo. Según los testigos, fue a un baile y estuvo hasta las 7.30 aproximadamente.
Con las primeras luces del domingo, el muchacho se retiró a pie y recaló en un almacén de la zona: allí se habría trenzado en una áspera discusión con otros jóvenes que bebían cervezas, a uno de los cuales habría empujado y derribado los vasos. Fiel estampa de ebrios, el grupo terminó a las trompadas y Guardo con los labios partidos.
Quizá desde ese revuelo emerjan las respuestas a los actos posteriores del joven.
La cronología añade que Guardo siguió caminando hacia cualquier lado. Llegó a la casa de Rivero, justo cuando éste cosía sus pantalones en la puerta del hogar.
El muchacho llegó por la puerta delantera. Nadie sabe por qué, tomó una pala y desde atrás castigó con fiereza en el rostro del hombre.
En el piso le habría dado otro golpe. La muerte sobrevino en minutos. Así de frío y triste.
Mientras Rivero yacía en un charco de sangre, Guardo continuó su derrotero. En el camino perdió una zapatilla y llegó a la casa de un hermano de Rivero.
‘Auxilio, auxilio’, dicen que lo escucharon gritar. Al contemplarlo con la ropa llena de sangre, el dueño de casa lo acostó en una cama, pidiéndole que se calmara.
Media hora después, arribó a la casa del tío una hija de Rivero y haciendo una asociación de hechos y circunstancias, determinaron que acostado en la cama tenían al homicida del hombre.
Fuente: elliberal.com.ar