Los policías se acercaron y en ese instante observaron que un niño de corta edad, presentaba severos problemas para respirar, y tenía una tonalidad azul en el rostro.
La madre les dijo que el chico iba comiendo caramelos en el auto, y de repente se ahogó con uno.
Sin dudarlo, los policías auxiliaron al chico, y el agente Galván lo colocó boca abajo para efectuarle maniobras, hasta que logró expulsar el objeto que le obstruía las vías respiratorias.
El chico fue llevado al hospital de Niños, donde una médica de guardia comprobó que ya no corría peligro.