El fenómeno parecía indicar que determinadas prácticas vinculadas a la agricultura estaban poniendo en peligro la biodiversidad del ecosistema pampeano. El monocrotofós, un peligroso plaguicida que luego se prohibió, resultó ser la causa de la muerte de ejemplares del aguilucho langostero y de animales pertenecientes a otras veinte especies de aves e incluso algunos mamíferos silvestres.
Para llegar a este desenlace, que representa sólo una parte del problema, un grupo del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) investigó las variables implicadas. Comprobó, mediante análisis diagnósticos de muestras de tejidos nerviosos, plumas y contenidos gastrointestinales de animales muertos recolectados en la zona, que la causa de la mortandad era efectivamente la intoxicación producida por ingestión, contacto e inhalación de agroquímicos.
Maria Elena Zaccagnini, del Centro de Investigación en Recursos Naturales del INTA, junto con un grupo de investigadores, desarrolló a partir de 1996 un Programa de Monitoreo Ecotoxicológico con el objetivo de revertir la situación. Según esta bióloga el estudio de las aves como vía para determinar el impacto ambiental de las sustancias tóxicas en el sistema agroecológico tiene varias ventajas.
“Las aves –afirma Zaccagnini- son excelentes indicadores de la calidad del ambiente. Si observamos disminución de riqueza y abundancia de las aves, es que algo sintomático esta ocurriendo, con la consecuente pérdida de calidad ambiental”.
Las aves tienen la particularidad de moverse, usar una amplia gama de ambientes y de recursos para la alimentación y reproducción y eso las hace muy vulnerables a los impactos por plaguicidas. Conociendo qué especies desaparecen o qué poblaciones disminuyen, puede indagarse rápidamente cuáles son los problemas que están ocurriendo.
Además -explica Zaccagnini- las aves tienen similar sensibilidad a los agroquímicos que los mamíferos. Por lo tanto, brindan indirectamente información sobre los riesgos potenciales para la salud humana. Las diferencias están en las formas de exposición a los productos.
Para llevar adelante el Programa de Monitoreo Ecotoxicológico, se relevaron datos sobre la riqueza de las especies presentes en el la región pampeana y se confeccionaron mapas con su correspondiente ubicación. También se incluyeron especies residentes y migratorias que fuesen fácilmente detectables.
Por otra parte, los investigadores hicieron una lista de los plaguicidas e insecticidas aplicados a los cultivos y las dosis que estaban siendo utilizadas. Descubrieron que en un 25% de los casos los plaguicidas eran mal seleccionados y en un 65% de los casos las dosis aplicadas eran incorrectas.
El proyecto cobró relevancia y colaboran en él los gobiernos provinciales de Entre Ríos, Córdoba y La Pampa. Recientemente también la provincia de Buenos Aires manifestó su interés. Colaboran además ONG´s como Aves Argentinas, Fundación Vida Silvestre y Wetlands Internacional. Los habitantes de las regiones donde se han documentado casos de aves afectadas por agroquímicos “siempre han colaborado, pero en el contexto de las emergencias, no en su posterior seguimiento”, señala Zaccagnini.
El Programa combina la generación de información por investigaciones específicas sobre el estado y tendencia de las poblaciones de aves, los usos de agroquímicos y sus riesgos de potenciales impactos, con el desarrollo de herramientas para estructurar un abordaje integral del problema. Se generan así acciones de extensión para modificar las conductas y hábitos de mal uso de los agroquímicos.
El objetivo es contar con información de mediano y largo plazo para el seguimiento de una de las causas de impacto ambiental en los agroecosistemas, como son los agroquímicos y la simplificación ambiental que se va generando por la “cultura del parque agropecuario” donde se eliminan por el excesivo uso de herbicidas los bordes de vegetación espontánea y así el refugio de muchas especies benéficas.
Para los cultivos de Soja, por ejemplo, se verificó el uso de sobredosis de agroquímicos, mezclas no registradas, y particularmente la utilización de un par de ingredientes activos tóxicos para las aves, como el Endosulfan y el Fenitrotion. Con la expansión del cultivo de soja, el riesgo de mortandad de aves se incrementó del 20 al 40% en la región pampeana.
Acciones de control
Gracias al Programa de Monitoreo Ecotoxicológico se logró la eliminación del monocrotofós. Los investigadores del INTA documentaron aproximadamente 30 casos de aves contaminadas. A partir de estos datos, el SENASA canceló el registro de ese agroquímico, prohibió su fabricación y comercialización en todo el territorio nacional, y exigió a las compañías retirar los stocks. El producto desapareció del mercado.
Otro logro del Programa es haber producido una comprensión bastante interesante de los riesgos de los agroquímicos para las aves. “Hemos desarrollado herramientas varias –enfatiza Zaccagnini- sobre todo para documentar adecuadamente las causas de mortandades, metodologías adecuadas para relevar a campo aves e impactos ambientales, y hemos desarrollado herramientas para estimar los riesgos de los insecticidas”.
Sin embargo, quedan muchos desafíos por delante. Los investigadores han notado cierta tendencia de los trabajadores rurales a aplicar dosis más elevadas de las necesarias, a usar mezclas de productos no registrados, o a emplear un agroquímico con un propósito distinto para el cual ha sido registrado por la empresa que lo comercializa. Zaccagnini asegura que “hay reglamentaciones y todas las leyes que hacen falta, pero su adopción o cumplimiento es aún insuficiente”.
Cómo calcular el riesgo
El equipo de expertos del INTA desarrollo un software sencillo para estimar a-priori los riesgos asociados al uso de agroquímicos. Está basado en el modelo de probabilidad de mortandad de aves creado por el Dr. Pierre Mineau, investigador científico del Servicio Canadiense de Vida Silvestre.
Con una calculadora se puede predecir la probabilidad de que las aves que frecuentan el campo mueran por intoxicación cuando se aplica un agroquímico, en determinada dosis y concentración, sobre una variedad de cultivos y pasturas. Es de muy fácil uso. Se debe seleccionar el agroquímico a utilizar, el cultivo a tratar (soja, maíz, trigo, etc.) y la plaga a controlar, y se deben introducir los datos sobre la dosis a utilizar y la cantidad de hectáreas a cubrir. Luego, con sólo oprimir un botón, se obtienen las dosis recomendadas y los riesgos de mortandad asociados.
Está comprobado que el uso excesivo de herbicidas, fungicidas e insecticidas tiene importantes consecuencias en la biodiversidad de los ecosistemas. Pero no sólo termina afectando a diversas especies animales, sino que amenaza también la salud humana.
“Si no consideramos las consecuencias del mal uso de esas sustancias y hacemos una agricultura sólo pensando en el suelo, esta actividad no será sustentable. La gente enfrenta riesgos por el consumo de alimentos tratados con productos muy tóxicos, como suele ocurrir con las hortalizas y frutas. Todo esto afecta la calidad de vida. Hay incrementos en enfermedades, y lamentablemente es poco lo que se está haciendo para evitarlos”, concluye Zaccagnini.
