Pailos nació en 1976. Es autor de El amor nos va a separar y Cómo no pensar en mí. Junto con Ariel Idez, administra el blog El mate tuerto y toca la guitarra en la banda Verde China.
Esta es la conversación que sostuvo con Télam.
T : Empecemos por el final. Volveré y seré millones, ¿es tu último libro?, ¿qué se supone hacés con ese sintagma emblemático de la historia argentina?
P : Mato dos pájaros de un tiro. De modo obvio, el título remite al peronismo. Como la novela ancla en el presente, también remite al kirchnerismo y al kirchnerismo en el poder. De modo apenas velado, hace referencia a los muchos desaparecidos -más kirchnerismo, entonces- cuyo retorno en la piel de zombies reprimidos sirve de disparador para una escenografía mezcla de batalla campal y estado de sitio. Pero ahora, a la distancia, me parece que el tema central no es ninguno de los que habitualmente ponen en escena los relatos del género. No me parece que la novela sea tanto una de zombies. Más bien hace foco en los modos de recepción de la noticia, y de cómo se inserta en un campo de tensiones más grande y preexistente, que los medios -tradicionales y novísimos- ocupan de forma decidida. (Aunque, ahora que lo pienso bien, todo esto también es propio de los clásicos del género.) En síntesis, la novela apesta a kirchnerismo.
T : ¿Cuál es tu relación con la literatura argentina actual? ¿Autores, ideología, estilos?
P : Toda la que pueda. Consumo bastante, y hay autores que me gustan muchísimo. En general, los prefiero alejados del minimalismo con exceso de diminutivos, pero eso es solo una tara personal. Parte de los que más me gustan son Ariel Idez, Nicolás Mavrakis, Martín Dubini, Felix Bruzzone, Mariano Abrevaya Dios, Sebastián Robles, J.P. Zooey y Eric Barenboim. Por supuesto que hay puntos de contacto entre algunos de ellos, pero, por poner un caso, las escenas infectadas de cyberpunk, series norteamericanas de los 70 y derroche de slogans de Dubini, poco tienen que ver con el estilo secote y el clima de violencia inminente de los cuentos de Abrevaya Dios.
T : En la edición independiente ¿se ha dado cita lo más novedoso, experimental, vanguardista de ese universo de discurso?
P : Sí, pero no me parece un fenómeno particularmente llamativo. Lo raro sería que lo nuevo viniera de la mano de las editoriales grandes, que cargan con la obligación de llegar fuera del nicho de adictos literarios. Las editoriales chicas y más o menos marginales son más, con menos preocupaciones comerciales, e incluso alguna exigencia (probablemente autoimpuesta) de ruptura, de novedad, de nadar contracorriente. Pero que no sea raro no significa que el mérito escasee. Por el contrario, la apuesta y el riesgo, en estos ámbitos, merecen ser destacados. Para hablar solo de lo que conozco de cerca, tanto Julia Pirani (de Pirani Ediciones) como Marina Gersberg y Luciano Lutereau (editores de Pánico el Pánico) ponen mucha energía, trabajo y plata en esto -es decir, mucho más de lo que puedo decir de mí mismo.
T : ¿Cuál de tus libros es el que preferís y por qué razones?
P : Mis preferidos son el segundo cuento de El amor nos va a separar (se llama Auto de fe, y es una suerte de linchamiento familiar ligeramente corrido hacia el maximalismo fantasioso, por decir algo que no dice nada), el segundo y tercer quinto de Cómo no pensar en mí (cuando la literatura del yo empieza a levantar vuelo hacia otros mundos) y ochenta por ciento de Volveré y seré millones. Me parece que son mis momentos menos obvios, menos preocupados por caerle bien a los escritores que admiro que no van a leer mis libros (en la mayoría de los casos, por estar muertos), y en donde por una parte despego todo lo que puedo despegar (es como si tuviera que correr a los libros sin poder alcanzarlos). En todos esos casos, me pregunté si lo que estaba haciendo no era cualquiera, y sin embargo eso no fue suficiente como para que dejara de escribir.
T : Para volver. Los zombis, ¿qué pensás quieren decir en la cultura argentina contemporánea?
P : El de zombies es un género o sub-género con pautas más o menos definidas, que se pueden adaptar o violar con tanta discreción como las de cualquier otro. No me queda claro por qué los zombies están pegando más ahora que hace veinte años, pero no me parece que sea un fenómeno local -ni el de los zombies ni cierta explotación de los relatos de género. Si se escribe más sobre el tema que antes, es porque por mucho tiempo no se escribió nada, y es un nicho más o menos virgen que ocupar, con un acervo de recursos que pueden ser usufructuados con mayor eficacia que el de otros. Los zombies te dan persecución, paranoia, terror, novedad y una cosa lúdica que ahora ligamos a los juegos de computadora: ¿cuál es la estrategia más eficaz para zafar de esta?
Además, las metáforas políticas -el odio y la demonización del otro, llenos de defectos y sospechosamente parecidos entre sí- están a la orden del día desde su misma fundación, que será con (Richard) Matheson o con (Georges) Romero, no lo sé -no soy un experto. Lo que le podemos agregar es color local -que en el caso del peronismo, tiende inevitablemente a homo y hegemonizar la paleta.
T : Seguramente leíste aquel cuento de Fogwill del tren que regresa cargado de soldados fantasma, publicado al final de la dictadura. Tu literatura (y tu libro), ¿deben algo a Fogwill y a los amigos de Fogwill (Libertella, Lamborghini, etcétera? ¿Quién está en condiciones de reemplazar a esa generación?
P : Lo leí, pero no es de mis preferidos de Fogwill. Tanto él como Libertella me gustan mucho, pero el que más me marcó de esos fue Lamborghini. Tuvo un efecto liberador, pero también me costó despegarme, y durante algunos años escribí unas cosas inevitablemente escatológicas e ilegibles, que por suerte descarté mucho antes de llegar a publicar. Con respecto a la cuestión de las generaciones, me parece que no depende tanto del mérito sino de tener la edad apropiada. Eso, principalmente, es lo que te da influencia. Eso, y no escribir con las patas. Supongo que los que van a reemplazar a Aira & Co. son los que vienen atrás: Bizzio, Pauls, Casas, Strafacce, Gamerro, y los que ahora están en los cincuenta, cincuenta y algo. Tienen con qué.
Fuente: Télam