Allí unas 70 mil personas se apostaron desde muy temprano, y algunas, inclusive, pasaron la noche, para vitorear a los pilotos que lograron sobrellevar uno de los inicios más complicados del Dakar en toda su historia de tres décadas y media.
Es que esta nueva edición del raid sometió a los competidores a enfrentarse al infernal desierto peruano desde el arranque, algo que no pasó en los 35 años de historia de este rally.
La excepción se dio en 1997 cuando se trazó un recorrido bucle que partió desde la costa occidental de Dakar y terminó en la misma capital de Senegal, aunque el primer tramo tuvo más de selva que de desierto.
Las dunas traicioneras, de arena totalmente blanda, con cortadas peligrosas y repentinas, traicioneras y que se multiplican por miles en tonalidades uniformes, hacen estremecer al más experimentado, tal como sucedió el año pasado con el cuatro veces campeón del mundo, el francés Cyril Després.
Si bien este año los organizadores moderaron la dificultad respecto de 2012, las etapas fueron tan complicadas como se prometió y dejaron en el camino a 63 participantes en cuatro etapas (faltaba contabilizar los de hoy).
Mientras en Perú el desierto se había quedado sin sus héroes motorizados, en Chile comenzaba a vivirse una fiesta.
En las puertas del campamento, miles de chilenos daban la bienvenida al mundo Dakar a sus tierras, ya acostumbrada al rally.
El dato curioso es que entre esos entusiastas, unos 25 agricultores se apostaron allí para protestar contra el presidente
Sebastían Piñera por la instalación de una mina cerca del río que abastece sus cultivos.
Fuente: Télam