En el segundo trimestre de este año, la producción griega volvió a caer como lo viene haciendo desde el inicio de la crisis en el último trimestre de 2008.
El PBI de Grecia ha caído un 17% respecto al trimestre anterior al comienzo de la depresión hace cuatro años, lo cual ha llevado la tasa de desocupación a una cifra oficial de 23%, dato que algunos analistas consideran ubicada por debajo de la realidad.
En los primeros cuatro años de la Gran Depresión estadounidense, entre 1929 y 1933, la contracción económica trepó hasta el 27% en tanto que la desocupación llegaba al 25%, datos que permiten situar a Grecia en un cuadro económico muy similar.
La devastación económica, social y política del país heleno se parece más al de una situación post-bélica, una comparación que se aplicaba en 2002 a la crisis de Argentina, un país donde el retroceso del producto llegó a un máximo del 11%, lejos del 17% de caída alcanzado por Grecia.
La precariedad del gobierno presidido por Antonis Samaras cuyo partido Nueva Democracia (ND) superó por apenas tres puntos a la izquierda radical de Syriza, sumada a la profunda crisis social, explica que el primer ministro pida ahora dos años más para aplicar el ajuste exigido por la Unión Europea (UE) y Alemania.
Con este planteamiento, que supone llevar a 2016, en lugar de 2014, el objetivo de reducir el déficit público griego por debajo del 3% del PBI, Samaras viajará la semana próxima a Berlín para presentarlo ante la canciller Angela Merkel, factótum de la UE.
En un mes de agosto considerado como crucial para el futuro de la Eurozona y de la UE toda, los mercados permanecen en relativa calma y realizando algunas ganancias especulativas, a la espera de reuniones de los líderes políticos que se espera que sirvan para activar la intervención del Banco Central Europeo (BCE).
Pero la división que reina en las cumbres del poder político y económico Alémán no parece alentar los pronósticos optimistas sobre lo que ocurrirá desde septiembre en el Viejo Continente.
Si bien Merkel se muestra contemporizadora -al menos verbalmente- con sus socios más afectados por la crisis (España, Grecia e Italia) el ultraortodoxo presidente del Bundesbank, Jens Weidmann, cuenta cada día con más partidarios entre los políticos de la coalición conservadora que gobierna en Berlín.
La clave del asunto es que mientras el titular del BCE, Mario Draghi, cree indispensable que el organismo monetario vuelva a comprar deuda soberana de los países en problemas (Italia y España) para bajar su costo de financiación, su par Alémán se niega rotundamente.
Para los ortodoxos como Weidmann, como antaño sucedía con el FMI en su relación con América latina, la única solución pasa por medidas de estabilización a rajatabla, que devuelvan el equilibrio fiscal en los países al borde de la cesación de pagos, como única vía para volver a crecer.
A esta idea fracasada, que está hundiendo a Europa en el marasmo, se suman elementos conservadores de la coalición de Merkel como Klaus-Peter Willsch, un crítico de los rescates a países, o democráticos-liberales como Frank Schaeffler.
Pero también revistan en estas filas, aunque con tono más moderado, el ministro de Economía y vice-canciller, Phillip Rösler, que esta semana aseguró -sobre Grecia- que "no puede haber rebajas en las reformas ya que el cumplimiento de las reglas es clave para la credibilidad en la Eurozona y para otros países".
Las voces disidentes provienen sólo del arco opositor de la socialdemocracia que destacó -a través del ex canciller Gerhard Schröder- que cese "el vapuleo a Grecia".
Con Grecia agotada y España e Italia en la picota, desde la semana próxima se acelerarán los contactos bilaterales entre los líderes europeos para buscar una salida a la potencialmente explosiva situación del euro.
Además de su encuentro con Merkel el 24 de agosto, Samaras tendrá otro con el presidente de Francia, Francois Hollande y, unos días antes, a comienzos de la semana próxima, se reunirá con el titular de la Eurozona, Jean-Claude Juncker, para sondear a éste sobre la disposición europea a conceder más plazos a Grecia para su ajuste.
También está previsto que la próxima semana Merkel se reúna con Hollande para intentar consensuar una posición común del eje Franco-Alémán ante la coyuntura.
También habrá una bilateral de la canciller de Alemania y el líder italiano, Mario Monti, en el curso de agosto, y otra reunión de Merkel y el español Mariano Rajoy comienzos de septiembre.
A esta última se le asigna particular importancia, ya que Draghi y los
líderes alemanes y franceses hacen depender la intervención del BCE de la decisión española de solicitar ayuda al Fondo de Rescate (FEEF) europeo, una iniciativa que Rajoy elude porque sabe que ello implicará "condicionalidades".
En buen romance, exigencias de mayores ajustes como nuevos recortes al sistema de jubilaciones y pensiones y mayor dureza con las autonomías para que éstas recorten más su gasto público, lo que en España equivale hoy a una declaración de guerra social.
Todo indica que los mercados seguirán relativamente estabilizados en sus altibajos de las últimas dos semanas hasta que los diversos contactos entre los responsables europeos den lugar a un consenso, aunque sea precario, o den lugar a más fricciones que aceleren la crisis en el corto plazo.
Fuente: Télam
