El presidente socialista, quien venció en las elecciones de un año atrás a su antecesor en el cargo Nicolás Sarkozy, descendió en picada en la estima de sus compatriotas, al caer del 60% de aceptación que gozaba al asumir al actual 32% que muestran los últimos sondeos.
Lo que Hollande ni Moscovici pueden negar, sin embargo, es que las expectativas creadas por su victoria electoral del año pasado se han trocado en desesperanzas generalizadas a causa de las políticas de austeridad fiscal
Las causas de semejante inversión del humor popular, la más rápida que haya sufrido un mandatario francés desde la instauración de la V República en 1958, deben buscarse en la creciente parálisis de la economía que se manifiesta en un desempleo récord, caída de las exportaciones por falta de competitividad, alto déficit fiscal y una seguidilla imparable de cierre de empresas en toda la geografía francesa.
A mediados de abril, tres semanas antes de que Hollande celebrara su primer año en el Palacio del Elíseo, el FMI pronosticó en su Informe Semestral que Francia caerá en recesión este año, uniéndose así a las economías del sur europeo en crisis desde hace tiempo (España, Grecia, Italia y Portugal).
Concretamente, el Fondo evalúa que el PBI francés descenderá un 0,1% en contra de las previsiones del ministro de Economía galo, Pierre Moscovici, para quien su país concluirá 2013 con un crecimiento exiguo del mismo porcentaje.
Lo que Hollande ni Moscovici pueden negar, sin embargo, es que las expectativas creadas por su victoria electoral del año pasado se han trocado en desesperanzas generalizadas a causa de las políticas de austeridad fiscal e incrementos impositivos dispuestos por el gobierno socialista durante todo este período.
La búsqueda de la estabilidad fiscal demandada por la Unión Europea (UE) y la canciller alemana, Angela Merkel, han deprimido la demanda interna, un elemento clave de la economía francesa, mientras las exportaciones han seguido debilitándose y el consumo interno ha disminuido, en particular en los dos primeros meses de este año.
Los cierres de empresas se suceden. A la importante planta de Peugeot de la localidad de Aulnay-sous-Bois, cuyos obreros resisten desde hace meses, hay que añadirle la de la refinería Petroplus, en la región de Normandía; la de una fabricante de neumáticos en Amiens y la amenaza que pende sobre dos plantas de la siderúrgica Arcelor-Mittal.
La búsqueda de la estabilidad fiscal demandada por la Unión Europea y la canciller alemana, Angela Merkel, han deprimido la demanda interna, un elemento clave de la economía francesa
Casi no transcurre una o dos semanas sin que se anuncien nuevos proyectos de cierre de firmas de gran calado, con la secuela de cientos y miles de puestos de trabajo perdidos. Una tendencia que ya existía bajo el gobierno de Sarkozy y que fue una de las causas de su derrota ante un Hollande que prometió hacerse cargo de la situación y revertirla.
Para ello puso en marcha una negociación entre sindicatos y patronales que derivó en una reforma de flexibilización del mercado laboral que fue aprobada por la Asamblea Nacional el mes pasado, al tiempo que concedió a las empresas una serie de incentivos fiscales por 20.000 millones de euros, las cuales serán financiadas por un aumento del IVA, es decir, haciendo recaer el peso sobre el bolsillo de los consumidores.
Al igual que en España, la reforma no ha detenido los despidos sino que, por el contrario, los ha acrecentado, elevando el número de desocupados al record de 3,23 millones de personas.
Simultáneamente y cediendo a las presiones europeas y empresarias, Hollande trabaja en una reforma previsional que, una vez más, lo mismo que en los países de Europa del Sur, elevará la edad de los retiros y el número de años de aportes exigidos para acceder a la jubilación.
El descontento popular que todo esto ha generado y que se refleja en las encuestas y en las huelgas obreras que se multiplican en defensa de los puestos de trabajo amenazados, también se está reflejando en estas últimas semanas dentro del gobernante Partido Socialista, donde un sector de izquierda cuestiona la "austeridad" y la "subordinación" de Hollande a las políticas de Merkel.
Para limitar la expansión de esta crisis con sus electores y dentro de su partido, el presidente francés ha comenzado a pregonar que el tiempo de los ajustes ha pasado y que es necesario rediscutir con Alemania un giro económico, algo que está en línea con los reclamos que están surgiendo en los países del Mediterráneo, asfixiados por la crisis.
Una encuesta realizada en la última semana de abril por Ifop, una importante firma de sondeos, mostró que el 70% de los franceses cree que una "explosión social" podría producirse en el país en los próximos meses.
Este resultado es coincidente con las advertencias que, en el mismo sentido, han lanzado en las últimas semanas dirigentes políticos de Italia, España y Portugal, países donde se suceden multitudinarias protestas por la caída de las condiciones de vida, de los salarios e incluso de los masivos desalojos, como en España, de las familias que no pueden seguir pagando sus hipotecas por la pérdida de sus empleos.
En este marco, la crisis política y económica también ha obligado a Hollande a dejar de lado compromisos adquiridos al asumir y con la UE, como el de reducir el déficit fiscal al tres por ciento del PBI en 2013, para lo que ha pedido comprensión a Bruselas.
En cualquier caso, el presidente socialista está entrampado entre una exigencias de austeridad a ultranza por parte de la gran patronal de Francia, que coincide en su diagnóstico y tratamiento de la crisis con Merkel, y las demandas sociales de sus electores y de los partidarios del Frente de Izquierda de Jean-Luc Melenchon, que movilizó la semana pasada a más de 150.000 personas en París contra Hollande.
Y, cuestión no menor, el mandatario siente la presión de la derecha política heredera del gaullismo y, por sobre todo, del populismo fascista del Frente Nacional de Marine Le Pen, quien aspira a superar su cota histórica del 17% de los sufragios, capturando a los desahuciados del socialismo.
Fuente: Télam